
POR: THELMA MORALES GARCÍA
Volodia es el hermano mayor de los Tolstói y León siempre recordará que durante su infancia lo molestaba por ser el más pequeño de los varones. En su libro sobre la infancia hablará sobre varios episodios donde Volodia siempre destrozaba su imaginación, tal vez porque se sentía ya mayor y los juegos de sus hermanos menores le parecían aburridos; en un momento de la narración León llega a darle la razón.
“Después, cuando me dirigí al bosque a cazar, con un palo, a modo de escopeta, Volodia volvió a echarse en el suelo, esta vez de espaldas y con las manos en la nuca, y me dijo que no me acompañaba, porque él había cazado ya, y de veras. Su conducta y sus palabras nos desanimaban a todos, y nos desagradaban profundamente, sobre todo porque no podíamos negar que Volodia tenía razón. Yo sabía muy bien que con un palo no se puede matar animal alguno, y ni siquiera disparar contra él. Pero se trataba de un juego.”
Siempre pensamos en cómo el niño va madurando a través de los años, lo que en principio le parecía divertido, con el tiempo pierde el interés y se enfoca en otra cosa, eso es aprendizaje de la vida, sin embargo León Tolstoi parece recordarlo con cierta tristeza y nostalgia por esa niñez que vivió en un pequeño pueblo de Rusia dónde había que tener mucha imaginación para no aburrirse, aunque la finca donde nació era hermosa y hoy es un museo con los objetos más preciados del autor de las novelas “Anna Karénina”, “La muerte de Iván Ilich” y “Guerra y Paz”. El nombre de esa finca es Yasnia Poliana que en ruso significa “llanura luminosa”, este lugar fue adquirido por la bisabuela de León en 1763 y más tarde su abuelo el príncipe Volkonsky construyó la residencia principal.
Entre los recuerdos que escribe en su novela “Infancia” su autor nos dice: “Si nos poníamos a razonar, tampoco se podía viajar en un mueble, y Volodia no habría olvidado que, durante las largas veladas invernales, cubríamos un sofá con pañolones, lo cual era suficiente para que lo considerásemos un coche. Uno de nosotros hacía el papel de lacayo, y el otro el de cochero; las niñas se sentaban en el centro. Los caballos eran tres sillas. Así realizábamos largos viajes en los que corríamos infinidad de aventuras. ¡Qué cortas nos parecían, gracias a estos juegos, las veladas invernales! Si mirábamos las cosas tal como eran, no podríamos jugar a nada. Y, si no jugábamos, ¿Qué nos quedaba en la vida?”
Ahora sería impensable que un niño del siglo XXI se divierta de esa manera, porque existen distractores como la televisión, los videojuegos, las computadoras y los teléfonos móviles, pero en el siglo XIX los niños como León Tolstói agudizaban su ingenio. Habría que preguntarse si estas experiencias lo hicieron ser un gran escritor.
Lev Nikoláievich Tolstói, también conocido como León Tolstói (1828-1910), fue un novelista ruso ampliamente considerado como uno de los más grandes escritores de occidente y de la literatura mundial. Hijo de aristócratas sobre todo del lado materno y de ascendencia alemana, apenas con dos años de edad queda huérfano de madre y siete años después muere su padre, será su hermana mayor quien se hará cargo de él y de sus hermanos.
Recordarlo nos permite reflexionar sobre apoyar a las nuevas generaciones para fomentar su creatividad a través del juego, porque jugando aprendemos.
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Excelente historia y muy interesante saber la vida que tuvieron estos personajes
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