
POR: THELMA MORALES GARCÍA
Isidro Fabela Alfaro, nace en Atlacomulco, Estado de México el 28 de junio de 1882, en la casa número 1 de la antigua plaza principal, en la actualidad es conocida como el Jardín Hidalgo. El poblado queda en el viejo camino hacia Querétaro, ciudad con historia republicana y cercana al municipio de Aculco, nombre ligado a una de las batallas del Padre Hidalgo. Fue hijo de Francisco Trinidad Fabela y de Guadalupe Alfaro, quienes pertenecían a la clase media, pero siempre preocupándose porque su hijo recibiera una educación adecuada.
Su casa aún hoy resguarda ese sabor rural de antaño, cuartos amplios y adecuados para la velada familiar. Contigua a la Catedral, donde seguramente los repiques de sus campanas las recordaría siempre, así como su grandiosidad y la hospitalidad que en ella reinaba. Atrás, se ubicaba el patio donde llegaban las recuas cuando los viajes habían sido largos, en el centro de la casa, la fuente donde corría el agua, todo su entorno infantil, sería retratado en Pueblecito mío: “…En mis oídos resuenan como ecos eslabonado, las voces familiares, los trinos que surgían de las jaulas y pajareras y disonancia alegre de atajos y caballerías, rebaños y piaras. En mi mente están los recuerdos exactos de la vida que me rodeaba y de la que eran principales protagonistas mis padres y hermanos, parientes y contertulios.”
El cariño por su terruño y su apego a la tierra que lo vio nacer y sus recuerdos de la infancia, lo llevaría a manifestarlos a través de la escritura y que aparecen en su primera obra La tristeza del amo (1915), donde aparece Atlacomulco lleno de costumbres y tradiciones, mismo que recordaría durante toda su vida.
Su infancia transcurrió entre la hacienda de El Salto y su pueblo natal; en 1890 su familia se estableció en la capital del país. Ahí continuaría sus estudios de primaria en la escuela dirigida por su tía Brígida Alfaro, en esos años compartió el salón de clases con Antonio Caso, Ángel Zárraga, Lucas de Palacio, José Luis Requena, Alejandro Quijano, Miguel Macedo y José Clemente Orozco, quienes serían sus compañeros durante todo su proceso educativo.
Años más tarde ingresaría a la Escuela Nacional Preparatoria donde tendría como compañeros de clase a José Vasconcelos, Luis Rivero Borrel, Manuel Urquidi, Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán y Adolfo de la Huerta. En esos años formarían juntos el conocido “Grupo Preparatoriano de 1900”, quienes se destacarían por su ingenio y pasarían a formar parte de los intelectuales, académicos y políticos de la historia de México.
Fueron sus maestros Rafael Ángel de la Peña, Juan de Dios Peza a quien recordaba que sus compañeros y él, lo hacían decir sus poemas, famosos entonces y Justo Sierra, escritor sobresaliente, renovador de la educación mexicana, historiador penetrante, su nombre figura como el de uno de los grandes valores de nuestra cultura.
Su vocación por las letras lo acercaría más a sus viejos amigos: Antonio Caso, Eduardo Colín, Pedro Henríquez Ureña y José Vasconcelos, quienes preocupados por la situación política del país, representada por una dictadura que no parecía ofrecer espacio alguno para el pensamiento, decidieron fundar el Ateneo de la Juventud en 1909.
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Thelma, linda historia que nos ayuda a conocer y a recordar un poco de la vida de este personaje y de los estudiosos de esa época. Me encantó tu exposición. Gracias
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