Jorge Ibargüengoitia

POR: THELMA MORALES GARCÍA

En los inicios de mi carrera en la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la UAEM, tuve la fortuna de contar con excelentes catedráticos, uno de ellos Emilio Arriaga a quien le llamábamos el Camarada por su ideología, era inquieto al igual que nosotros, recuerdo que nos inició en el gusto por la literatura, porque era importante para nuestra formación, así es que después de clases invertíamos nuestro tiempo en leer los libros que nos recomendaba.

Al ver nuestro entusiasmo, aunque no éramos más de diez jóvenes armó un curso taller, al que tituló “La literatura mexicana: una ventana a la historia”, y en la justificación del curso decía que: “La historia se manifiesta de múltiples maneras. El historiador la quiere ver como una interpretación científica (real-verdadera) del pasado, cuya intencionalidad es interpretar, entender, comprender el presente y tratar de modificar, predecir, prevenir el futuro. Existen otras posibilidades de ver la historia y una de ellas es la visión histórico-literaria. A diferencia de la historia que nos muestra el Estado o el científico, la historia que nos ofrece la literatura es de total libertad, que sin dejar de ser rigurosa, dado que es narración de vivencias, es crítica e irónica, plasma hechos históricos vividos y re-vividos por los personajes de los grandes escritores.”

Ese curso marcó mi vida, pues ahí conocí a escritores extraordinarios que hoy en día se han vuelto un referente para mí. Se dice que se hace historia para avanzar en la interpretación del mundo, para transformar la sociedad, para participar políticamente, para defender principios y causas sociales, para denunciar algo o para mejorarlo y seguramente para muchos amantes de la historia por el simple placer de hacerlo.

La visión crítica de los escritores mexicanos contemporáneos ha sido extraordinaria, en este curso lo aprendí. Hay muchos en el manejo de temas que van desde el sentido histórico antropológico como el Francisco Rojas González con su famoso «El Diosero», o la visión realista, cruda, descarnada y politizada de José Revueltas con “Dios en la Tierra”, relatos que describen la situación de pobreza que viven sus personajes después de la revolución de 1910; la visión moderna de la obra de Parménides García Saldaña en «El rey criollo» que con un lenguaje florido, nos describe la situación de rebeldía, en que vivían los jóvenes de los años cincuenta.

En este curso, conocí el caso de un extraordinario escritor como Jorge Ibargüengoitia que con su tono irónico, nos muestra una visión no oficial de un personaje histórico como el cura Hidalgo, en “Los pasos de López”, donde nos muestra la personalidad más humana y real de la mostrada por la historia “oficial” del Padre de la Patria; también leí entonces la «Ley de Herodes», «Los relámpagos de agosto» y «Los pasos de López.» Y años después leí «Las muertas», basado en algunos de los hechos reales que se suscitaron en nuestro país con Las Poquianchis, asesinas seriales.

Un 27 de noviembre de 1983 muere en un accidente aéreo en el vuelo 11 de Avianca, cerca de Madrid, la ruta del avión era Francfort-París-Madrid-Caracas-Bogotá, Ibargüengoitia abordó el avión en París y se dirigía junto con otros literatos al Encuentro de Cultura Hispanoamericana, en Bogotá, Colombia. En este accidente murieron 183 personas. En la actualidad sus obras siguen siendo un referente de la literatura mexicana, recordarlo a cuatro décadas de su desaparición física es el mejor reconocimiento que se le puede hacer, así como seguir leyendo sus magníficas obras literarias.

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