
POR: THELMA MORALES GARCÍA
Como cada año los peregrinos de nuestra entidad se dan cita en la Catedral de Toluca, para realizar un recorrido a pie a la Basílica de Guadalupe, el centro religioso católico más importante de nuestro país. Este año la peregrinación inició el lunes a las 6:00 a.m. con la misa de buen viaje en la Catedral de Toluca, realizada por monseñor Maximino Martínez Miranda, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Toluca, el martes los peregrinos estuvieron en la Marquesa y arribarán a la Basílica este jueves 22 de febrero a las 10:00 a.m. donde se celebrará la misa en honor a la virgen de Guadalupe.
¿Pero uno se pregunta cuándo inició esta tradición? El padre Garibay vivió en uno de los centros más vivos y legítimos de la religiosidad mexicana, además de tener acceso a buenas fuentes de información, a grupos intelectuales y a centros de educación superior, recordemos que fue un gran estudioso de las lenguas originarias de México, así es que, en 1940 con pie de imprenta de Otumba, aparece su colección de trozos clásicos con gramática y vocabulario titulado “Llave del Náhuatl.”
Meses más tarde, con el apoyo económico del abad Feliciano Cortés, recibirá el nombramiento de doméstico del Papa Pío XII. Traslada su domicilio a una casa en la plaza Juárez, a un costado de la Basílica, al pie del Tepeyac, lugar lleno de historia por lo que será también su portavoz. Al hogar en La Villa llevara a su familia: madre y hermana.
Era mayo de 1941, cuando Ángel María Garibay es nombrado Canónigo Lectoral de la Basílica de Guadalupe, con lo que concluyó 30 años de peregrinar como misionero en las comunidades rurales de nuestra entidad como: San Martín de las Pirámides, Huixquilucan, Tenancingo y Otumba
El padre Ángel María Garibay, nació en Toluca el 18 de junio de 1892 y aunque no vivió en ella, pues desde meses de nacido fue llevado por sus padres al pueblo de Santa Fe en la ciudad de México, siempre recordó nuestra ciudad con gran cariño y la visitaba frecuentemente.
Por ello no es extraño que tuviera amistades en la ciudad como Mario Colín quien en 1955 le solicitó una colaboración para un libro de “Toluca Crónicas de una ciudad. Antología” y dónde se expresa de nuestra ciudad de la siguiente manera: “Una ciudad quieta y sumergida por la luz; con los crepúsculos más meditativos del mundo, con el fluir del agua que ni siquiera canta por estar en rezo. La ciudad de los juaristas, y la ciudad del obispo Vélez –primero sin segundo–, con sus tianguis del viernes, con sus intensos y largos, en penumbras y en sugerencias, portales únicos…”.
Desde su nombramiento como canónigo tuvo relación cercana por los aspectos religiosos, con el Obispo de Toluca Arturo Vélez Martínez; existe una fotografía histórica donde aparecen juntos precisamente con motivo de la primera peregrinación que de Toluca llegó al Santuario del Tepeyac el 17 de enero de 1952, fecha que quedó establecida por muchos años, aunque en la actualidad dicha peregrinación se realiza en el mes de febrero (este 2024 se inició el 19 de febrero), pues cada Estado del país tiene una fecha establecida para visitar la Basílica de Guadalupe.
Entre las obras más importantes de la literatura náhuatl que Garibay trabajó por estos años, se encuentran tres textos de los Huehuetlatolli, plática de ancianos, son prácticamente un género expresivo de la literatura náhuatl, consistente en discursos educativos para transmitir y reproducir los preceptos éticos de una cultura en los momentos claves de la vida personal.
Ángel María Garibay falleció en la ciudad de México el 19 de octubre de 1967. Muchos que lo conocieron y entablaron con él una relación de amistad o compañerismo fueron también Mauricio Magdaleno, entonces subsecretario de Asuntos Culturales de la SEP y Martín Luis Guzmán, Jaime Torres Bodet, Andrés Henestrosa, por citar sólo algunos. Fue sepultado en el panteón Francés de la Piedad, junto a la tumba de su madre, cómo fue su última voluntad. Sería en 1974, cuando los restos de Ángel María Garibay fueron trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres de Toluca.
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