
POR: THELMA MORALES GARCÍA
El pasado 26 de febrero de 2024 falleció en la ciudad de México, Pilar Gonzalbo Aizpuru, quien dedicó su vida a la investigación sobre educación; nació en Madrid, España en 1935, obtuvo la licenciatura en historia de América en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense y la maestría en historia de México en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue investigadora en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México y maestra de historia de la educación en el Colegio de Pedagogía de la UNAM.
Colaboró como coautora en publicaciones de “La iglesia en América Latina” (Madrid, 1962) y “Archivo de Notarías de la Ciudad de México” (México, 1985). Publicó la antología “El humanismo y la educación en la Nueva España” (SEP/Biblioteca Pedagógica).
El primer libro que yo conocí de su autoría fue “La educación de la mujer en la Nueva España”, editado por la Secretaría de Educación Pública recuerdo incluso dónde lo adquirí, fue en una librería ubicada en la esquina de la avenida Hidalgo esquina con Rayón en la ciudad de Toluca, en el Jardín Zaragoza, el título me llamó la atención y al revisarlo me encontré que hablaba de cómo eran educadas las mujeres en la época colonial.
El libro se compone de dos partes, la primera abarca el estudio de la educación de las niñas en el periodo comprendido entre los siglos XVI-XVII, y el segundo los siglos XVIII y XIX, encontramos fragmentos de obras muy diversas entre sí por sus contenidos, aparecen algunas características comunes como la religión y el ofrecer educación a todos los niveles sociales.
Encontramos textos como el de Juan Luis Vives, humanista español que escribió en 1524 “De cómo se han de criar las doncellas” y la obra de Juan Luis de León con “Cualidades de una buena esposa”, escrita en 1583, ambos textos exponen las virtudes que deben tener las mujeres de esa época, aunque siempre enfocados a una clase social con situación económica desahogada. Es Juan Ruiz de Alarcón quien nos muestra la otra cara de la moneda en su obra “De dádivas y mujeres” escrita en 1628, donde la frivolidad y la vanidad de las jóvenes criollas se pone de manifiesto para “atrapar” un buen partido o conseguir un buen matrimonio.
No podía faltar en este libro, la extraordinaria poetisa Sor Juana Inés de la Cruz, con la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz” quien nos muestra cuáles eran los criterios de la época para evitar que las mujeres tuvieran una preparación semejante a la de los hombres. En esta primera parte existe una coincidencia en todos los textos compilados: la educación era para la iglesia, pues la esencia era el de preparar mujeres con almas cristianas para su salvación.
En la segunda parte nos encontramos textos en los que se establecen ideas innovadoras, como la responsabilidad de los gobiernos para la educación de los súbditos y la creación de escuelas municipales.
A principios del siglo XIX la época colonial había concluido entre crisis políticas y problemas económicos, sin embargo, las ideas de la ilustración se habían propagado por todo el país, así como el deseo de proporcionar a las mujeres una instrucción de acuerdo con los tiempos, un ilustrado moderado de la época es Joaquín Fernández de Lizardi, “El Pensador Mexicano”, quien en su obra “La Quijotita y su prima” nos expone sus ideas de pequeños cambios en la educación de las niñas. Los últimos textos, ponen de manifiesto la situación social de las mujeres y su descontento por las perspectivas no muy brillantes que se les ofrecían en los nuevos establecimientos de educación
Durante la colonia en la Nueva España, se buscaba el ideal del comportamiento femenino, que se había forjado en la España católica. A pesar de que pocos testimonios se han encontrado de mujeres de ese tiempo, algunas lograron dejarnos valiosos testimonios de lo que pensaban de sí mismas y de la sociedad que les había destinado un lugar por debajo de los hombres.
Algunos de los textos antologados en este libro nos muestran que la vida conventual estaba llena de ocupaciones, pero también de entretenimientos dentro de un horario rígido, algunas monjas enseñaban dentro de estos espacios a niñas que estaban a su cargo dentro de la clausura. Había muchas niñas que ingresaban al convento desde su más tierna infancia y permanecían en él hasta su muerte.
La labor de la educación en esos tiempos era la de moldear los hábitos, controlar las pasiones, evitar la rebeldía o intentos de ella; las obligaciones de las mujeres, no importando su nivel social, era el acatamiento a los preceptos de la Iglesia, la laboriosidad, la honestidad, la sumisión al marido y a los superiores.
También existían lugares donde la mayoría de las jóvenes y niñas, asistían para aprender la doctrina cristiana. Las maestras solían ser ancianas ignorantes, a las que por tradición se llamaba amigas, este término era utilizado también para denominar el establecimiento: amigas o “migas”, donde se reunía a las niñas en la casa de la amiga y se sentían satisfechas si lograban enseñar a memorizar preguntas y respuestas del catecismo, coser, tejer y bordar, con más o menos primor, y leer en letra impresa o manuscrita, ya que se consideraban dos fases distintas.
Aunado a la sabiduría que acompañó a nuestra Décima Musa, en su ya famosa «Respuesta a Sor Filotea de la Cruz» (1691), nos deja una parte de su autobiografía y donde refiere que también aprendió las labores del bordado: “Teniendo yo después como seis o siete años, y sabiendo ya leer y escribir, con todas las otras habilidades de labores y costuras que desprenden las mujeres…” y además nos muestra su rebeldía al opinar lo siguiente: “…muchos quieren más dejar bárbaras e incultas a sus hijas que no exponerlas a tan notorio peligro como la familiaridad con los hombres, lo cual se excusara si hubiera ancianas doctas, como quiere San Pablo, y de unas en otras fuese sucediendo el magisterio como sucede en el de hacer labores y lo demás que es costumbre.”
La forma de educar a las niñas permeó prácticamente toda la época de la Colonia, pero no faltaban manuscritos que satirizaban las costumbres de ese tiempo, como el escrito de 1786 «Ordenanzas de Venus para las Majas y chinas de volatería», se le llamaba volatería a la caza de halcones, de modo que las instrucciones a las jóvenes “a la moda” hacían referencia a la habilidad de estas, para atrapar pretendientes incautos. Las majas y las chinas eran aquellas que utilizaban vestuario llamativo y de costumbres atrevidas y desenvueltas, en algunos de los versos se hace referencia a las labores de la costura: “Personarse en el bullicio, / fumar mucho, / leer comedias, / no apuntar ni aun unas medias” —apuntar significaba coserlas o remendarlas, tarea a la que siempre se encaminaba a las mujeres.
Qué mejor homenaje para esta gran investigadora, que releer sus libros y sus últimas investigaciones.
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