POR: THELMA MORALES GARCÍA
Las mujeres de antaño pasaban el día entero preparando la comida que habían de servir a la familia, en la actualidad es cada vez más raro disfrutar de una comida casera. Hace medio siglo se preparaban en las cocinas desde los guisos sencillos hasta los más elaborados y complejos platillos para las celebraciones especiales.
En todo nuestro país sin duda, el Mercado o el tianguis ha permitido que nuestra cocina prehispánica y mestiza sobreviva hasta nuestros días, en una de las descripciones de Fray Bernardino de Sahagún decía: “Los mercados llaman la atención con los borboteos de las cazuelas, los aromas de los moles, caldos, barbacoas, adobos de colores intensos, como el pipián.”
Los recetarios siempre son una joya en la familia, porque en ellos encontramos anotaciones de cómo preparar un platillo que se ha elaborado en nuestras casas durante generaciones. En 2021 me fue obsequiado “La cocina alquímica (o cómo salvarse de la hostilidad del conformismo): recetario de Leonora Carrington», fallecida el 25 de mayo de 2011. El libro advierte que: “Los procesos creativos en la vida de Leonora nunca estuvieron separados del ámbito doméstico y su expresión podía tener muchas formas: pintar, esculpir, escribir, bordar o cocinar.”
El libro nos muestra esta faceta de la pintora en tres aspectos, en su pintura algunas referencias sobre el acto de cocinar, en su faceta familiar donde se muestra la tradición culinaria que se servía en su mesa y finalmente la vida misma entre la plenitud y el desencanto.
En el libro se menciona que Leonora frecuentaba los mercados de nuestro país, en particular los hierbas, brujos y curanderas, para comprar tés, gotas, inciensos y alguna que otra invocación.
Los chefs María Antonia Rosas y Lucio Herbert, adaptaron la mayoría de las recetas que fueron contadas de manera oral por Yolanda Gudiño cuidadora de Leonora y Emérico Weisz, su esposo. Emérico de ascendencia judía y fotógrafo de la guerra civil española, emigra a México y gracias a la política de puertas abiertas del presidente Lázaro Cárdenas, y al igual que otros refugiados, llega al puerto de Veracruz, él junto con los más de 15 mil refugiados marcarán la vida cultural e intelectual de nuestro país como: Remedios Varo, Benjamín Péret, Katy y José Horna, con quienes Leonora y Emérico formarán una gran familia.
Todas las recetas que en este libro se encuentran, fueron probadas y están diseñadas para cocinarse como la crema de castañas, o la receta enviada por su madre en una carta donde le dice cómo preparar los platillos de su casa “Hazelwood Toffe”, que hace referencia a la tercera casa donde vivió Leonora en su infancia. Ginger biscuits, receta original de Maurie Moorhead.
En su pintura como en su narrativa, la cocina está presente, por ejemplo, en su obra “Grandmother Moorhead’s Aromatic Kitchen« de 1975 vemos a varios personajes alrededor de una mesa en la que hay berenjenas, maíz, ajo y otras verduras, mientras en una cocina antigua, otro personaje revuelve algo en una olla de barro; en el piso alguien muele ingredientes en un molcajete. Claramente se aprecia el papel que su abuela de apellido Moorhead (Irlandés), su madre Maurie y Mary Cavanaugh su nana, jugaron en el imaginario infantil de Leonora, a quien le contaron una infinidad de cuentos, leyendas y mitos del mundo celta, mismos que continuamente aparecerán en u obra artística. El inglés era su lengua madre y en el recetario hay muchos nombres en este idioma.
Desde su llegada a nuestro país Leonora disfrutó de la cocina mexicana, por ello no es extraño que en este libro esté la receta de la preparación del mole: “El mole tiene un lugar importante en la gastronomía de Leonora: realmente le parecía un platillo fascinante.» En una carta escrita a la pintora Jacqueline Lamba, en 1942, cuando arribó a México con Renato Leduc, le dice que ha probado un platillo “majestuoso y negro”.”
El libro fue editado por la Universidad Autónoma Metropolitana y sin duda disfrutarán tanto como yo de leerlo.
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