
POR: THELMA MORALES GARCÍA
En 1981 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) promulgó el 21 de septiembre como el Día Internacional de la Paz, una fecha dedicada a conmemorar los ideales de paz de cada pueblo y cada nación, con especial énfasis en el desarrollo social y económico en diversas facetas: pobreza, hambre, salud, educación, cambio climático, igualdad de género, agua, saneamiento, electricidad, medioambiente y justicia social.
En octubre de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz; dicha declaración, es el órgano más integrador que la Organización reconocía: «la paz no solo es la ausencia de conflictos, sino que también requiere un proceso positivo, dinámico y participativo en el que se promueva el diálogo y se resuelvan los conflictos con espíritu de entendimiento y cooperación mutuo.»
Este año 2024 marca el 25º aniversario de dicha aprobación, y el lema de este año es: “Promoviendo una cultura de paz” y es a través de la educación, tanto formal como informal, la clave para sembrar los valores de la paz en todas las generaciones.
Al hablar de la paz, automáticamente pensamos en Gandhi, lo que lo convierte en un ícono de la paz; incluso Albert Einstein se refirió a él de la siguiente manera: “Las generaciones del porvenir apenas creerán que un hombre como éste caminó la tierra en carne y hueso.”
Gandhi, con su ejemplo de vida le hizo recordar al mundo que el espíritu humano es indomable, que el valor y el amor son más poderosos que la fuerza. Nos daba su mensaje a través de los valores esenciales de la verdad, la no violencia y el espíritu de servicio, y nos pedía que no sólo rechazáramos la violencia física, sino la violencia espiritual.
Compartía su propia experiencia con la gente a la que servía, y siempre predicó con el ejemplo, viviendo entre los intocables –la labor de los intocables era la limpieza de las letrinas– e hizo su trabajo, habitando entre los aldeanos pobres. Cuando fue a Calcuta a calmar la violencia, vivió entre los musulmanes en una casa abandonada.
Gandhi nunca ejerció ningún puesto oficial en el gobierno, no tenía riquezas y no comandaba ejércitos, pero gracias a su espíritu de servicio podía movilizar a millones de personas; la gente deseaba servir con él y para él, porque la vida de Gandhi estaba dedicada a servirlos.
A pesar de su apariencia frágil, de su vestimenta tan austera –la cual escandalizó en su época por andar casi semidesnudo–, de resistir ayunos, golpes, y la cárcel, su ejemplo de vida llamó la atención de todo el mundo y fue enormemente amado, pero también odiado; ese odio y el fanatismo religioso tomaron la mano de Nathu Ram para asesinarlo de tres disparos un 30 de enero de 1948. Se cuenta que las últimas palabras de Gandhi antes de los disparos fueron: “Oh, Dios mío”.
Pero también pensamos en que la humanidad ha vivido a la deriva desde su muerte. Hoy, el mundo no termina de aprender de hombres como él, hay países que viven entre el odio y la intolerancia religiosa, entre guerras como la de Rusia y Ucrania, la muerte de las víctimas por los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, de coches bomba y de balas perdidas en otros países. Sí, sin duda el mundo es el lugar más desolado desde la muerte de Gandhi.
Por eso la paz parecería más un sueño inalcanzable, pero hay otros ejemplos de esperanza como la elaboración de grullas de origami, que son conocidas como el símbolo de paz mundial. En Japón, la grulla es un símbolo de longevidad y buena fortuna. Seguramente por eso, es una de las figuras de origami más populares. Según la leyenda del Senbazuru, se concede un deseo a quien hace mil grullas de papel. De hecho, Senbazuru significa literalmente «mil grullas».
Esta leyenda se popularizó a través de la historia de Sadako Sasaki, una niña que contrajo leucemia a raíz de la explosión nuclear de Hiroshima de 1945. Cuando tenía doce años, se propuso hacer mil grullas de papel para que se concediera el deseo de recuperarse de su enfermedad. Su historia se hizo famosa en Japón y, desde entonces, las grullas de origami son un símbolo de deseos de curación, mensajes de paz y esperanza en todo el país. En Hiroshima, incluso hay un edificio bautizado con el nombre de «grulla de papel».
En occidente tomando este ejemplo, encontramos la paloma de la paz, la cual se popularizó gracias al artista español Pablo Picasso, quien hizo una serie de dibujos de palomas, una de ellas la paloma con una rama de olivo, la que sirvió para el cartel del Congreso Mundial por la Paz en 1949, después de la Segunda Guerra Mundial.
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