En conversación con los difuntos

POR: THELMA MORALES GARCÍA

Más allá de quien tenga algo que ver con el esoterismo y pueda decir que habla con los muertos, me parece importante reflexionar que cuando leemos un libro de alguien que lo escribió hace varios siglos, estamos conversando con un difunto, ello me hace recordar el verso de Francisco de Quevedo (1580-1645) cuando dice: “Retirado en la paz de estos desiertos / con pocos, pero doctos libros juntos / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos.”

Los libros de autores clásicos nos hacen acercarnos a la tradición de los muertos vivos, es decir, autores de la antigüedad que siguen presentes hasta nuestros días, gracias a lo que escribieron, porque sin duda es el libro una lección de vida por parte de aquellos que han dedicado su propia experiencia de vida a los lectores.

Por ejemplo, recuerdo a Ernesto Sábato, escritor que nos legó sus obras mismas que nos hacen reflexionar sobre nuestra propia existencia. “Piensen siempre en la nobleza de estos hombres que redimen a la humanidad ­–se refiere al poeta Miguel Hernández–; a través de su muerte nos entregan el valor supremo de la vida, mostrándonos que el obstáculo no impide la historia, nos recuerdan que el hombre sólo cabe en la utopía.”

Esta el caso de Nicolás Maquiavelo –autor de El Príncipe–, que caído en desgracia después de la llegada de los Medici al poder y viviendo en un villorrio cercano a Florencia, escribió a Francesco Vettori una carta en 1513, donde le dice que “ni la pobreza temo ni padezco la muerte”, porque está dedicado a unas horas de lectura conversando con los muertos.

Para muchos es latente la preocupación de cómo conectarnos con el viejo humanismo para dar vida a los clásicos y la respuesta podría ser: relacionar algunos lugares como por ejemplo en el clásico “El Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra cuando nos habla de “…en un lugar de La Mancha…”, que sintetiza todas la idealizaciones de un lugar que podría percibirse con algo más cercano a nuestras lecturas actuales como Comala en “Pedro Páramo” de Juan Rulfo, o Macondo en “Cien años de Soledad” de Gabriel García Márquez.

Entonces con ello encontramos porque son clásicos “La Iliada y la Odisea” de Homero; “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, o Francesco Petrarca cuya poesía generó una corriente literaria que influiría en autores como Garcilaso de la Vega y William Shakespeare.

Por eso en la literatura uno de los temas más recurrentes es la muerte, libros como el del poeta Xavier Villaurrutia titulado “Nostalgia de la muerte” ha resistido el paso del tiempo, siendo considerada como la mejor de sus obras: “¿Será mía aquella sombra / sin cuerpo que va pasando? / ¿Y mía la voz perdida / que va la calle incendiando?” La muerte esta ligada a la vida cotidiana y a toda la sociedad, pero si uno reflexiona sobre lo que hacemos cuando leemos a los clásicos e incluso libros de escritores de esta época que ya no están entre nosotros físicamente, nos damos cuenta que aún podemos conversar con ellos por lo que escribieron y que nos legaron para seguir disfrutando de sus creaciones.

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