
POR: THELMA MORALES GARCÍA
Herman Hesse; nació en Alemania el 2 de julio de 1877, fue poeta, lingüista y escritor de libros como: “Demian”, “Siddaharta” y “El lobo estepario”; sus primeros años de vida estuvieron marcados por una férrea educación religiosa de la que escapaba paseando por lo bosques cercanos a su casa, donde soñaba con el lago, la pradera y los pájaros.
En una carta dirigida a Georg Reinhart en 1924 comentó lo siguiente: “En estos años, desde que me dedico a pintar, me he ido distanciando de la literatura (…), hacia la que no habría sabido tomar otro camino. Que además lo pintado tenga por sí mismo algún valor o no, es algo totalmente secundario. En el arte, al contrario de lo que sucede en la industria, el tiempo no desempeña ningún papel; hay tiempo perdido cuando sólo al final se alcanza lo posible en intensidad y perfección. Como poeta, sin la pintura no habría llegado tan lejos.” Las acuarelas de Hesse son hermosas y se pueden apreciar en el internet, incluso existen lugares que venden las litografías de sus obras pictóricas.
Cuantas veces nos queda en nuestros recuerdos de infancia, el haber hecho algo malo, entonces sentíamos miedo a las consecuencias una vez que nuestros padres se enteraran; de niños pocas veces nos percatamos de las compulsiones de nuestros padres y en algunos otros la crueldad como la forma de bien educar.
Todo ello lo reflexioné una vez que leí a la prestigiosa psiquiatra alemana Alice Miller en su libro “El drama del niño dotado”, en el cual explora la infancia de personajes famosos en la historia, como es que la represión afectiva es la causa de la pérdida de la verdadera identidad y nos obliga a reconocer hasta qué punto nos hemos negado necesidades afectivas y sentimientos intensos como: ira, angustia, miedo o dolor.
Uno de los casos que estudió Miller fue el de Hermann Hesse, quien durante su infancia vivió violentos y continuos conflictos con sus padres, lo que provocó que tuviera que entrar y salir de diferentes instituciones y escuelas. A los 15 años en una de sus fases depresivas escribió en una carta la idea de quitarse la vida: “quisiera partir como el sol en el ocaso”, dos meses después de escribir estas líneas intentó suicidarse, motivo por el cual fue internado en un manicomio donde estaría un par de meses.
Muchas de las obras que escribió en su vida adulta, reflejan en gran medida sus recuerdos de infancia como sucede en su relato “Alma infantil”, donde Hesse describe con enorme ternura y compasión, los sentimientos de un niño de once años que sustrae unos cuantos higos secos del cuarto de su padre, para tener algo cerca de sí que le pertenece al autor de sus días; sin embargo el miedo, la desesperación y los sentimientos de culpa lo torturan hasta que es descubierto el robo; este fragmento es analizado por Miller, quien considera que la intensidad del relato refleja que se trató de un hecho verídico ocurrido en la infancia de Hesse y como prueba existe una carta de 1889 de la madre, donde hace referencia a este hecho: “descubierto el robo de higos de Hermann”.
También en otros de sus escritos podemos entender el rechazo afectivo de los padres de Hesse cuando refiere: “Como casi todos los padres, tampoco los míos colaboraron en el despertar de los instintos vitales, de los que nunca se hablaba. Solamente colaboraban con un cuidado infatigable en mis esfuerzos desesperados por negar la realidad y seguir viviendo en un mundo infantil, que cada día era más irreal y más falso. No sé si los padres pueden hacer mucho en estos casos, y no hago a los míos ningún reproche. Acabar con mi problema y encontrar mi camino era sólo cosa mía; y yo no actué bien, como la mayoría de los bien educados.”
La enorme correspondencia de los padres de Hesse a familiares y amigos, nos permiten enterarnos del viacrucis por el que pasó de niño, incomprendido por su talento y dones que se caracterizaban por la intensidad de sentimientos, profundidad vivencial, curiosidad, inteligencia y sentido crítico; por supuesto entraba en conflicto con sus padres por defenderse y enfrentarse a los preceptos y normas establecidos en su época.
Esas represiones en la infancia se verán reflejados en su vida adulta pese a sus éxitos y al Premio Nobel que le otorgaron en 1946; como lo refiere la propia Alice Miller: “… lo agobiaba el abrumador peso de su destino infantil reprimido. Hesse fue víctima, en sus años de madurez, de la trágica circunstancia de vivir separado de su verdadero Yo, de aquello que los médicos, para abreviar, denominan depresión.” Hesse muere en Suiza mientras dormía a los 85 años el 9 de agosto de 1962.
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