Los retazos del alma

02 DE DICIEMBRE DE 2025 Los retazos del alma

POR: VÍCTOR MANUEL REYES FERRIZ

En las últimas semanas uno de los temas de conversación no sólo en México sino en el mundo entero, ha sido la grata o gratísima producción fílmica que nos entregó el genio cinematográfico Guillermo del Toro, y no es para menos ya que, intentando hacer a un lado el hecho de que él mismo la considera como su ópera prima, resulta que en esta entrega nos muestra un lado mucho más humano de la historia original de la novela gótica de ficción “Frankenstein o El Moderno Prometeo” de la autoría de la escritora británica Mary Wollstonecraft Shelley.

Quiero comenzar por establecer claramente que, aunque para muchos sea obvio, algunas personas continúan confundiendo al personaje del científico con el de su creación; es decir, Víctor Frankenstein es el médico que, a partir de retazos humanos, crea a la criatura, la cual, jamás contó con un nombre; por ello, durante estas líneas siempre, siempre, me referiré al creador como Víctor y a su creación como la criatura.

Para todos quienes leyeron el libro, escucharon la historia o incluso pudieron disfrutar de una adaptación cinematográfica de este libro, sabrán que, en esencia, no es una historia completamente de terror, de hecho, es una historia sumamente emocional que utiliza una criatura para representarnos los males de la humanidad y poder tener una mejor comprensión; empero, muy lejos de lo que desde el año de 1818 se estableció como premisa de esta historia al preguntarse el ¿quién es el verdadero monstruo?, me parece que el fondo va mucho más allá, es decir, es una historia que nos muestra una cantidad de aristas que, en mi caso, resultaría completamente insuficiente poder encasillarla en una sola categoría.

Dicho lo anterior y sin el afán de entrar en la polémica de si nuestro genio tapatío se apegó o no a la historia original, me gustaría resaltar precisamente esa genialidad que, al menos a su servidor, logró llevar un mayor y mejor mensaje que las páginas de aquel best seller pudieron hacer, la sutileza de lo reproducido mediante imágenes, consiguió no solo tocar fibras sumamente sensibles, sino que, fiel a su estilo, arte y congruencia, Guillermo del Toro no presenta el lado más humano de cada uno de los personajes, con sus miedos, temores, aspiraciones, deseos, pero también con la manera en que la irracionalidad se hace presente, y por ello, me parece que más allá de haber conseguido una espectacular cinta, abrió una cantidad enorme de paradojas respecto a la conducta humana.

Intentaré explicarme de la mejor manera posible. Suponiendo sin conceder como se utiliza en el argot jurídico, haré de lado el tema de ¿Quién es más monstruo?; empero, claro que rozaré el término porque esa monstruosidad fue proyectada en dos grandes aspectos a mi parecer; es decir, en un primer instante, por supuesto el visible inicialmente, perceptible y que choca con “lo normal”, me refiero a lo físico y con ello podemos catalogar a la criatura como ese monstruo que durante siglos han inculcado en nuestras cabezas; empero, una segunda versión que me dejó el filme es la “monstruosidad” de armarnos como seres humanos, todos, de diferentes partes y no me refiero a lo físico, sino a que todos vamos tomando retazos de situaciones, circunstancias, personas, amantes, amigos, padres, compañeros de trabajo, de la escuela, el bolero, la enfermera, quien nos vende las papás o el café, el policía que saludamos camino a casa, en fin, de todas las personas que se nos cruzan en el camino para armar nuestro pensar, sentir y actuar, de tal manera que todos los días somos un monstruo diferente, ergo, somos una criatura naciente cada día.

Llevando este pensamiento hacia lo que asentaban grandes ensayistas, filósofos y pensadores; es decir, personas que en verdad utilizaron su cerebro, me parece inevitable acercarnos a dos posturas diametralmente opuestas como fueron Thomas Hobbes con su máxima descrita en el “Leviatán” que nos decía que el hombre en el estado natural, sin la existencia de gobierno y leyes, residía en un estado permanente de guerra; es decir, la supervivencia plena; por ello, su famosa frase de ”homo homini lupus” (el hombre es el lobo del hombre), y por su parte Jean-Jacques Rousseau, poco menos de un siglo después, postulaba todo lo contrario; es decir, manifestaba que “el hombre es bueno por naturaleza y la sociedad es quien lo corrompe” quitándole esa libertad y felicidad que tiene por Ius Naturalis; entonces, al contrastar estas posturas con lo que pude disfrutar en pantalla, me hizo pensar que además de que, por más irónico y paradójico que suene, ambos pensadores de la ilustración tenían una parte de razón y que gracias a la entrañable actuación de Jacob Elordi, pudimos ver de primera mano que en cuestión de momentos, todos nos inclinamos hacia una postura y en el siguiente instante podemos movernos hacia la otra. Esta conclusión la baso en una secuencia de escenas donde nos muestran a Víctor despertando y que tiene frente a él, a su creación y que lo lleva a una ventana para mostrarle “el mundo”, su mundo, y que sin mediar absolutamente ninguna muestra de cariño sino solo de atención, la criatura comienza a imitar los sonidos, a empatizar con su creador y a comportarse como él; empero, no pasaron ni siquiera días cuando ya se encontraba encadenado en un sitio lúgubre, frío, solitario, totalmente contrario a lo que había podido vivir en sus primeros momentos de vida y ahí entra Elizabeth y que gracias a las caricias, el acercamiento y la compasión, la criatura conoce una emoción que lo marcará para el resto de su vida.

Con base en esto, podemos considerar que una misma persona nació buena y fue su entorno el que lo fue corrompiendo; empero también, podemos vislumbrar que, aunque el entorno no lo forjó durante mucho tiempo, el rechazo de Víctor y la compasión de Elizabeth lo hizo contrastar las posturas y engendró un odio y resentimiento al entender que el nunca podrá ser amado porque nunca contará con esa “belleza”, entonces me pareció excelso este pequeño gran detalle que nos hace resaltar Don Guillermo, el hecho de que todos, en todo momento somos esa dualidad que tanto ha ocupado páginas en la historia, que todos somos el Yin y el Yang, el día y la noche, lo bueno y lo malo, perfectos e imperfectos y que lo importante no es controlar nuestras imperfecciones porque en ellas también existe la belleza, sino aceptarlas y transitar entre nuestros propios “monstruos” porque en cada momento los seguimos construyendo, no hay un paso que demos que no vaya encaminado en crear algo nuevo en nuestra personalidad, no hay nada que no influya en tomar tal o cual decisión, no hay absolutamente nada que no influya y nos haga cobijarnos en lo blanco o en lo negro.

Otra aparición del argumento de que el hombre es el lobo del hombre lo podemos ver reflejado en una escena donde la criatura se enfrenta literalmente a los lobos que invaden la casa de su amigo el ciego (en realidad me parece que es una persona débil visual ya que hay dos momentos interesantes pero no voy a spoilear) y que nos restriega en la cara que ahí aprende el ciclo de la vida; es decir, cuando se planta ante los lobos, no los ataca y solamente comienza a terminar con ellos, una vez que sufre un ataque por parte de ellos y cuando corren, el los deja salir sin perseguirlos para matarlos e inmediatamente después, viene su lado rousseauniano, acude con su amigo a intentar consolarlo y aquí es el momento en que me parece brilla exactamente el diferenciador entre la postura de Hobbes y de Rousseau que, en una visión completamente personal achaco a que es el ego, que, según la Real Academia de la Lengua se define como “En psicoanálisis de Freud, instancia psíquica que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior”; es decir, es uno de los tres componentes de la estructura psíquica de cada ser humano y se encarga de equilibrar los instintos y deseos básicos con la moral, de tal suerte que nuevamente encontramos otro elemento en nuestra vida que nos plasma una dualidad, por ello, nuestro ego cuenta con su parte negativa y positiva, de tal suerte que si no somos capaces de controlar o limitar esa parte negativa careceremos de pensamientos ordenados y por lo tanto de actuar en consecuencia.

Si consideramos esta instancia psíquica como uno de los elementos diferenciadores en el comportamiento, me resulta inevitable pensar que no habría duda o cabida alguna al cuestionamiento de ¿Quién es el verdadero monstruo? porque fácilmente el señalado sería Víctor y es que nuevamente encuentro dos vertientes donde su propio ego en su versión negativa, resultó vencedor ya que en primera instancia el aferrarse a demostrar no sólo a él sino al mundo que era el único humano en poder vencer a la muerte, lo llevó a olvidarse por completo de la responsabilidad que conlleva el crear vida, la dedicación, amor, cariño, comprensión, empatía y sobre todo cuidado del nuevo ser, por el contrario, su postura marca un claro abandono de dicha responsabilidad incluyendo a la recién creada criatura; y la segunda situación, quizás la más importante, es que su obsesión por conseguir fama, gloria y reconocimiento, hizo que al final, una vez que obtuvo lo tan anhelado que era vencer a la muerte creando vida, el resultado fue completamente lo contrario, porque al desafiar a la muerte terminó destruyendo la vida.

Esta circunstancia la vemos día con día en todos los seres humanos, situación que desafortunadamente es una condición innata y que como sociedad no hemos sido capaces o tal vez, solo tal vez, no ha convenido enseñar a controlar, y con ejemplos tan pequeños como el hecho de desvivirnos por adquirir el teléfono que recién salió al mercado, el auto más nuevo, la última versión del reloj de nuestra preferencia, hasta implicaciones de consecuencias graves como las que acaparan la mente de los dirigentes de quererse apropiar de territorios, de acabar con la fuerza política contraria o bien de la utilización de armamento bélico para erradicar razas, el ego negativo es la pieza fundamental generadora de conflicto, de tal suerte, que en un intento de pensar diferente para obtener resultados diferentes, me parecería necesario que desde las aulas, se incluyera una materia dedicada a la construcción del pensamiento crítico, al manejo de emociones, a la reivindicación de los valores morales, a establecer los límites de las acciones humanas, porque estoy convencido que no aporta más a la sociedad un alumno que no tenga faltas de ortografía que un ser humano que conozca y enaltezca los límites de su actuar ya que con esto generaríamos futuros ciudadanos que respetarán en todo momento las normas sociales y jurídicas, generando como última característica individuos emocionalmente sanos, conscientes y pensantes.

Finalmente, esta nueva manera de presentar un texto que fue escrito hace poco más de dos siglos, nos avienta en la cara que, como sociedad y como individuos, no hemos logrado avanzar en mejorar nuestro pensar, nuestro sentir y mucho menos nuestro actuar, que la compasión, empatía y ocupación del bien común continúa siendo una deuda pendiente, así que recordemos que seguimos yendo tarde para la construcción de una sociedad mayoritariamente racional y es nuestra obligación pugnar porque esta cadena se rompa.

DATO CULTURAL.

Un día como hoy en 1804 en París, Francia, el hasta entonces “Premier Consul” (Primer Cónsul) de la República Francesa, el militar Napoleón Bonaparte, en una ceremonia desproporcionadamente lujosa y con ánimos muy elevados, manda traer al papa Pío VII para que éste lo corone en la catedral de París, como emperador y asume los tres poderes de la república en un acto totalmente ilegal, en 1814 fallecía en Saint-Maurice, Francia, el dramaturgo, escritor, filósofo y novelista Donatien Alphonse François de Sade, mejor conocido por su título nobiliario de “Marqués de Sade”, quien es considerado como uno de los escritores más crudos de la literatura universal por utilizar temas como asesinatos, parafilias, sofismas o violaciones. Entre sus obras más reconocidas se encuentran “Les Cent Vingt Journées de Sodome” (1904), “Justine” (1791) ó “Juliette” (1797), en 1915 en Berlín, Alemania, ante la Academia Prusiana de Ciencias, el catedrático, diplomático, físico y matemático nacionalizado estadounidense Albert Einstein publica su “Teoría de la Relatividad General”, la cual, había dado a conocer el 25 de noviembre del mismo año pero se percató que requería una reformulación al concepto de gravedad newtoniana.

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