
POR: THELMA MORALES GARCÍA
La Navidad en México aparece junto con la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, claro que para los evangelizadores su labor fue más fácil porque coincidía con el nacimiento de Huitzilopochtli, que se celebraba según el calendario azteca en el decimoquinto mes, es decir en el solsticio de invierno, el 25 de diciembre.
La fiesta de los aztecas, se llamaba Panquetzaliztli y los frailes evangelizadores utilizaron estas similitudes de la celebración navideña, para mostrarles a los indígenas una escultura del niño Jesús, permitiendo que los indígenas realizaran sus mejores piezas que se santificaban y después se popularizaron en todo el país.
Hacia 1528, el franciscano fray Pedro de Gante reunió gran cantidad de indígenas para que entonaran el himno religioso “Ha nacido el Redentor”, y así festejó la Navidad, hasta ahora no se tiene noticia de que fecha anterior se haya llevado a cabo alguna celebración con tal motivo en nuestro país, se cree que este evento se celebró en la Capilla del Colegio de los Naturales en la Ciudad de México. ¿San Francisco el Grande?
Celebrar la Navidad en el nuevo mundo, fue uno de los elementos incluidos en el proceso de evangelización que llevaban a cabo los religiosos. Al igual que en algunos países de Europa, en esa época se realizaban representaciones teatrales con temas que tenían que ver con pasajes bíblicos incluyendo la Navidad.
Motolinía (fray Toribio de Benavente) conocido así por los indígenas, fue uno de los primeros cronistas de México y se creé que escribió la “Historia de los indios de Nueva España”, en estas páginas aparecen las primeras celebraciones navideñas haciendo la descripción siguiente:
- “La noche de Navidad ponen muchas lumbres en los patios de las iglesias y en los terrados de sus casas, y como son muchas las casas de azotea, y van las casas una legua, y dos, y más, parecen de noche un cielo estrellado; y generalmente cantan y tañen atabales y campanas, que ya en esta tierra han hecho muchas. Ponen mucha devoción y dan alegría a todo el pueblo, y a los españoles muchos más. Los indios en esta noche vienen a los oficios divinos y oyen sus tres misas, y los que no caben en la iglesia por eso no se van, sino delante de la puerta y en el patio rezan y hacen lo mismo que si estuvieran dentro.”
Pocas narraciones se conservan de lo que fueron las celebraciones navideñas en siglos posteriores a la Conquista, entre otras razones porque en ocasiones se vieron sometidas a censuras y prohibiciones. Así sucedió con las posadas y las pastorelas las cuales fueron muy populares en zonas rurales de diversas regiones del virreinato, pero que fueron introducidas por los jesuitas y, en consecuencia, perseguidas por la Inquisición cuando éstos fueron expulsados de la Nueva España.
Se sabe que en el siglo XVII los vecinos de la ciudad de México ponían en las ventanas de sus casas lienzos con figuras que evocaban el misterio de la Natividad; las adornaban con muchas luces, por lo que aun cuando la noche fuera muy oscura, las calles estaban iluminadas. Todas las castas (mulatos, negros, mestizos, indios) realizaban procesiones y se reunían en los atrios de las iglesias para rezar el rosario. Era obligado asistir a los oficios religiosos entre ellos la Misa de Gallo, la fiesta y la cena en familia.
Según el investigador Manuel Romero de Terreros; en México es el único lugar donde se realizan las posadas; así es que son celebraciones puramente mexicanas. También fue en la época de la Colonia, que en México se comenzaron a celebrar la Misas de Aguinaldo, denominadas de esta manera porque se ofrecían como un obsequio de Navidad, acompañadas de villancicos alusivos al nacimiento del Niño Dios. Se dice que estas misas tuvieron su origen en el poblado de San Agustín Acolman en el año de 1587, gracias a fray Diego de Soria, prior del convento de San Agustín con el objetivo de adoctrinar a los naturales del lugar, por lo que solicitó permiso al papa Sixto V para celebrar en la Nueva España dicha liturgia.
Estas Misas de Aguinaldo se realizaban durante nueve días y con el tiempo se fueron incorporando en sus rituales tanto instrumentos prehispánicos como europeos, después las posadas salieron de las iglesias y se comenzaron a organizar en algunas haciendas que contaban con capilla; después pasaron a las casa de las familias adineradas y finalmente a los barrios, donde ya sin misa, conservaron ciertos rituales religiosos y adquirieron su carácter popular.
Durante los siglos XVIII y XIX, las posadas no registraron grandes transformaciones, y esto lo sabemos gracias a las crónicas que existen de estos siglos, como lo que nos describe la marquesa Calderón de la Barca, quien en 1840 escribió sobre las posadas los siguiente: “Ésta es la última noche de las llamadas Posadas: curiosa mezcla de devoción y esparcimiento pero un cuadro muy tierno […] Esta peregrinación de la Sagrada Familia se representa por ocho días, y parece más bien que se hace a la intención de los niños con fines de seriedad […] Un ejército de niños, vestidos como ángeles se unió a la procesión. Sus vestidos eran de plumas blancas, profusión de diamantes finos y perlas de bandeux, broches y collares, alas blancas de gasa y zapatos de raso blanco bordados de oro; jóvenes vestidos de pastores y un magnífico nacimiento. Regresamos a la sala […] y hubo baile hasta la hora de cenar.”
Sin embargo, sabemos que las tradiciones y costumbres se van modificando con el tiempo y durante el siglo XX, el ambiente festivo de las posadas mostró ciertos cambios. Actualmente sobre todo en las grandes ciudades, las posadas han ido perdiendo su carácter religioso; hay algunos que aseguran que incluso tienden a desaparecer. Pero también hay quienes se preocupan por recuperar y revitalizar esta hermosa tradición.
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