Mi nombre es Holmes, Sherlock Holmes

Por: Rodolfo Munguía Álvarez

¿A usted no le ha pasado, intrépido lector, sentirse identificado o identificada con algún héroe o heroína de algún libro o de la pantalla grande? A mí me pasa muy seguido y, el encanto se desvanece cuando me veo al espejo y no tengo nada que ver con Indiana Jones, James Bond, Bruce Wayne, Sherlock Holmes, Robert Langdon, vamos ¡ni con El Santo! Sin embargo, últimamente me he preguntado en distintas ocasiones ¿por qué la mujer y el hombre contemporáneo (al menos del siglo XX, a nuestros días) nos vemos tan atraídos por este tipo de novelas en la literatura, el cine y la televisión, ahora también en formato de series o miniseries como la de Lupin (personaje creado por Maurice Leblanc entre 1907 y 1941) disponibles en plataformas de streaming? Y esta pregunta retórica la he tenido más presente, porque esta semana mi hijo me invitó al cine a ver la nueva película de James Bond: Sin tiempo para morir, protagonizada por Daniel Craig. Como siempre, salí del cine con mucha adrenalina y me encontré con mi auto de siempre, sin metralletas en los faros, ni blindaje en las puertas, ni bombas de humo, sin botones eyectores de asientos, ni mucho menos… pero muy feliz. Y técnicamente, al menos en la literatura popular, existen distintas líneas de las cuales provienen este tipo de novelas de acción y aventura, policiacas y de agentes secretos, que vemos en la actualidad. Por un lado, tenemos los maravillosos libros escritos por sir Arthur Conan Doyle, y las aventuras de Sherlock Holmes escritas entre 1887 y 1926 (les recomiendo una compilación reciente que hizo Grupo Editorial Tomo, para que las tenga en orden y en un lindo formato) y por otro lado, las James Bond, mejor conocidas por ser protagonizadas por el agente 007, escritas por Ian Fleming, entre 1953 y 1966. No estoy ajeno al debate actual ―y poco afortunado― en el sentido de, si James Bond existiera, sería un macho alfa, arrogante, misógino, retrógrada, machista, come_cuando_hay y hace_bolitas. Pero, analizar a un personaje de ficción, que fue escrito y pensado en cierta época, sería una discusión bizantina, tan inútil y ridícula como discutir si los ángeles tienen o no ombligo. Seguramente en unos cien años, lo que estamos haciendo ahora, el nivel de violencia que utilizamos en la actualidad y la actitud de los defensores y defensoras de los derechos humanos será cuestionable, porque se hará con un marco de valores sociales que ahora no existen, pero que existirán en el año 2121. Al llegar a esa fecha platicaremos usted y yo, querido lector, si tuve o no razón, mientras tanto, si usted tiene libre pensamiento y se da ciertas licencias para disfrutar de una película de entretenimiento protagonizada por un personaje de ficción, vea esta película, la última de Craig en el personaje del Agente 007 y platíqueme con Apertura Intelectual en mi correo electrónico: lector.frecuente@gmail.com y en mi Twitter @GloopDr, qué le pareció y si a usted le gustaría tener un Aston Martin, un reloj Omega, disfrutar de los martinis agitados no revueltos, tener licencia para matar, y ser la envidia de quienes le rodean, en vez de la vida que actualmente lleva. Yo prefiero mi vida, por más común y corriente que es. 

¡À la vous santé, monsieur!

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