Tercera parte

Por: Rodolfo Munguía Álvarez
Por otro lado, la Feria tenía que ser Internacional. Para ello, al igual que en otras ferias del libro ya existentes, los organizadores tuvieron el acierto de tener a un país como “invitado”. Esto les generaría grandes beneficios, pues la feria se mostró como un evento de libros sobre el cual giraban otros eventos culturales alternos organizados por el país invitado, entre los que destacaban música, danza, teatro, gastronomía y hasta enología. De muchas partes del mundo comenzaron a llegar periodistas y líderes de opinión que llevaban reseñas de la FIL a sus países de origen, incrementando así el deseo de otros autores y editores por participar en este gran evento, y a nuevos públicos que programarían su visita para asistir a la que llegaría a ser la meca del libro en América Latina. Otro gran acierto fue FIL niños. Por un lado, era la respuesta obvia para formar los públicos lectores del futuro. Pero muchas veces lo obvio no lo es tanto y, por alguna extraña razón nadie, hasta la creación de FIL niños, había hecho la diferencia. Cada año miles de infantes de casi todas las escuelas de Guadalajara se han dado cita en su feria. Van con sus pesos, pocos aunque sea, y salen con un libro que ellos mismos escogieron por su propio interés. Ya saben que yo pienso que esa gran diferencia, la de leer por obligación a leer lo que elijo, es la verdadera receta para formar públicos lectores. Esos niños de los años ochenta y noventa ahora son adultos que llevan a sus hijos a vivir esa gran experiencia: la de estar junto a los libros, descubrirlos y quedarse con las ganas de comprar ese o aquel que “ya no me alcanzó pero que espero esté nuevamente el próximo año o que lo encuentre en una librería…”. Los niños de Guadalajara, como los de pocas ciudades en el mundo, han vivido junto a los libros y les han perdido el miedo para hacer de la lectura un gusto y, en muchos de ellos: un hábito. No fue sino hasta el sexto año, en 1993, cuando la FIL se volvió un evento autofinanciable. Para entonces, por ella habían desfilado una primera generación de editores y organizadores que volvieron las noches de la FIL de canto y tequila. Un ingrediente, a manera de especie aromática para darle mejor sabor al caldo, fue el que se le dio con la vida nocturna de Guadalajara. La primera vez que algunos de los expositores e involucrados llegaron al Club Veracruz, un centro nocturno de baile y tequila de no muy buen ver, se lo pasaron tan bien, que la sensibilidad y proactividad de los organizadores los llevó, al año siguiente, a hacer del Veracruz un lugar exclusivo para la FIL y por unos años ―los mejores dirían algunos― se reunieron en ese antro algunos de los más reconocidos intelectuales, editores, bibliotecarios, libreros y uno que otro gorrón, quienes, al sabor de los tequilas, música mexicana y mucho baile, vivieron una hermandad pocas veces vista en otra industria editorial del mundo. Muchos de los asistentes al Club Veracruz se veían una vez al año, solo ahí y en un ambiente relajado. Eso era diversión: por un lado, Guadalajara estaba lo suficientemente cerca de la ciudad de México para que muchos llegaran en auto, y por otro, estaban lo suficientemente lejos para no tener que regresar cada noche a casa y poder convivir así con los amigos, la cultura y el tequilla. Al principio, la feria convertida en fiesta provocaba entre algunos expositores y libreros poco compromiso con las citas, de hecho, pedían cancelar algunas por lo indispuestos que se encontraban y otros, heroicamente acudían a ellas a como diera lugar. Sin embargo, en este ambiente de gran camaradería, los negocios se cerraban entre amigos, con mejores resultados de los que podrían generarse con innecesarios formalismos. Continuará…
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¡À la vous santé, monsieur!
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Este artículo e ha hecho re-vivir momentos maravillosos que vivimos aquella generación que formó las basas de la gran Feria Internacional del Libro La FIL como le llamamos todos.
“Las noches del Veracruz” fueron momentos mágicos donde convivimos: Libreros, Escritores, Editores y todo aquel que tenía que ver con la Cultura en Hispanoamérica. No era raro ver en la pista de baile o en las mesas a parroquianos conviviendo con algún premio Nobel.
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Este artículo me ha hecho recordar momentos maravillosos que vivimos aquella generación que fincó las basas de la gran Feria Internacional del Libro “La FIL” como le llamamos todos.
“Las noches del Veracruz” fueron momentos mágicos donde convivimos: Libreros, Escritores, Editores y todo aquel que tenía que ver con la Cultura en Hispanoamérica. No era raro ver en la pista de baile o en las mesas, a un premio Nobel interactuando con los demás asistentes sin importar su fama.
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