A propósito de la FIL

Conclusión

Por: Rodolfo Munguía Álvarez

Dentro de la FIL muchos eventos comenzaron a suceder, como los coloquios de bibliotecarios, de libreros, de cómputo, de diseño editorial, de caricaturistas y de periodistas, entre otros. De todos los eventos, algunos han marcado una época en la industria editorial, como el coctel de Editorial Diana y la cena de gala del Fondo de Cultura Económica, eventos que por sí solos tienen una historia, con personajes y anécdotas que siempre serán recordados. La FIL se ha vuelto un hábito. Visitarla por primera vez significa querer estar ahí por siempre, querer compartirla y llevar a los amigos, a la familia, a los nuestros, a que vivan la experiencia y la vuelvan suya, para que a su vez, inviten a los suyos. Toda esa gente, más de seiscientas mil personas en nueve días, provenientes de más de cuarenta países, le producen a Guadalajara una derrama económica superior a los diez millones de dólares anuales, lo que hace de esta ciudad un verdadero centro turístico-cultural, hormiguero que arrasa con habitaciones hoteleras, restaurantes, boletos de transporte terrestre y aéreo, en fin, una ciudad que ahora necesita también ese vigor cultural, producto del espectáculo de la Feria de ferias. Los organizadores, con el paso del tiempo, han logrado mejorar la FIL. Ahora, décadas después siguen innovando y generando un espacio más profesional para todo aquel interesado en la cultura. Han sobrepasado sus propias metas y redimensionado sus alcances. La FIL es ahora un gran centro de negocios que cumple con muchas otras funciones independientes para las que fue creada. Además, congrega a los grandes autores de la actualidad y a los nuevos escritores, quienes aún no saben que serán los galardonados en las décadas por venir. Este es el evento más importante al que no solo hay que asistir con nuestro mejor despliegue editorial y tecnológico, sino siendo los mejores para impulsar la industria editorial. La FIL es atemporal, los jóvenes editores la recordarán como “la FIL de sus tiempos”. Nosotros, usted y yo querido lector, nos habremos ido algún día y la FIL seguirá ahí, como importante centro de reunión de viejos amigos, camaradas de los libros y lectores. Habrá quien con asombro recuerde a “2020: el año que se canceló la FIL” de forma presencial y otros que con júbilo recuerden al 2021 como “El año en que regresó la FIL”. Esta columna está dedicada a mi querida amiga Nubia Macías, quien me abrió las puertas para que el Estado de México contara con un importante Pabellón. También a Alejandro Vargas Castro, quien creyó desde el primer momento en la importancia de presentar en esta feria nuestro acervo editorial. También a la talentosa Mónica Soto Icaza quien con entusiasmo y vocación acude desde hace años y, más importante aún: dedicada a Don Rodolfo Munguía Calderón, mi padre, amante de esta fiesta cultural, quien por haber vivido esta fascinante historia, me ha hecho el favor de narrarme mucho de lo aquí contado. ¡Le deseo muy feliz navidad en compañía de sus seres queridos! Escríbame a mi correo electrónico lector.frecuente@gmail.com, y lo invito a seguirme en Twitter como @GloopDr, si le gusta leer o escribir. 

¡À la vous santé, monsieur Rodolfo Munguía: papa!

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