¡Y miren que la vida me ha curtido!

Por: Rodolfo Munguía Álvarez

¿A usted no le ha pasado, filósofo lector, preguntarse qué es la vida? Existen en el mundo cientos o incluso miles de profesores de nivel medio superior o bachillerato, que día con día se hacen esta pregunta frente a un grupo de estudiantes quienes, con cara de #MeQuieroMorir, tienen que aguantarse la disertación de su docente quien, seguramente se preparó arduamente leyendo a diversos autores para forjarse de una opinión sólida. Pues déjeme confesarle que yo no tengo una respuesta a esa existencial pregunta, sin embargo, esta semana quiero hablarle del libro titulado: “Yo espero…” de Davide Cali y Serge Bloch, publicado por Editorial SM, en el cual con muy pocas palabras pero con un hermoso hilo conductor (literal: un estambre de color rojo) nos llevan a un breve recorrido por la historia de cualquier persona común, como nuestros padres, que nacen, crecen, se reproducen… Este libro llegó a mis manos en 2010, me lo recomendaron ampliamente y lo compré en la FIL de Guadalajara, sin embargo, me advirtieron que era una edición por agotarse y, debido a que no conseguí algún otro para poderlo regalar, atesoro el mío y se encuentra en mi sección de libros favoritos ―entiéndase escondido―. Como usted se ha de imaginar, no se necesita ser gran literato o un erudito en lengua alguna, sino tener la sensibilidad de poder transmitir una idea y hacer que ésta sea emotiva y verdaderamente significativa y esta obra es muestra de ello. Actualmente me encuentro en una etapa de mi vida personal que yo consideraría (y esperaría) que fuera la mitad de mi vida; el viaje hasta el momento no era lo que yo esperaba, pero en los aspectos más importantes, me ha sorprendido gratamente, ha sido por demás generosa y ha tenido los sustos suficientes como para mantenerme suficientemente entretenido. El libro que les comento tiene un gran diseño gráfico y editorial, pero resalta más por su historia, por su contenido, por la gran anécdota que es en sí misma y porque presenta situaciones tan ciertas, como reales; nos hace recordar cómo un niño espera pocas cosas, como crecer o un beso antes de dormir, que un pastel esté listo o que pare de llover para poder salir a jugar y, ese mismo niño, algún día esperará el amor, que le digan que sí, o que sea el otro quien pida perdón. Yo espero… que la segunda mitad de mi vida sea un poco más tranquila, poder cosechar lo sembrado, disfrutar más las grandes cosas de la vida, que como bien saben: son gratis, pero, si esto no es posible, pues que venga lo que tenga que venir, que la primera mitad de mi vida “miren que me ha curtido” y, toda esta disertación existencial se la comento, porque le quiero hacer una invitación sincera: disfrute cada día y cada minuto de su vida, disfrute a sus seres queridos, a su familia, la luz, el amanecer, la noche, el frío, el calor, una fruta, un pan, un abrazo, un problema y una reconciliación… No postergue su felicidad hasta que cumpla una meta y menos económica o material, que cuando eso llegue, habrá desperdiciado centenares de amaneceres. Este libro lo podrá encontrar, solo si tiene suerte ―y se la deseo― así que, cuando lo vea, adquiéralo aunque sea de segunda mano; yo espero, algún día darle la noticia que lo han vuelto a publicar. Si quiere contarme un poco sobre las vueltas que da la vida, escríbame a: lector.frecuente@gmail.com y como siempre, le invito a seguirme en mi Twitter: @GloopDr y más, si le gusta escribir. La columna de hoy está dedicada a ese hombre que ha sido mi ejemplo y está en mi pensamiento y en mi corazón: mi papá.

¡A votre santé, monsieur!

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