
Por: Rodolfo Munguía Álvarez
¿A usted no le ha pasado, politizado lector, sentir a veces que se encuentra entre dos bandos y teme las repercusiones de sus comentarios, para no meterse en problemas? Que si somos del América o del Toluca, que si somos de campo o de ciudad, que si somos de izquierda o de derecha… el problema es que nos han metido la trinche idea que tenemos que definirnos en un bando u otro y además, hemos dedicado mucho tiempo a buscar múltiples diferenciadores sociales. Actualmente escuchar la palabra crítica contra uno u otro gobernante, te convierte de inmediato en el enemigo del bando contrario. Y esto no solo pasa en México sino en el mundo entero, y particularmente en Latinoamérica. Pero lejos de hablar de política, quiero dedicar esta columna a un personaje muy particular en la narrativa: al dictador. Como ya lo he platicado en otras ocasiones, uno de los personajes que más me intrigado en la vida, por las terribles atrocidades que realizó, fue Adolfo Hitler. Entre sus biografías destacan la de Ian Kershaw y la de Alan Bullock, quienes retrataron a un hombre y sus circunstancias, cuyas acciones de polarización lo llevaron a la cúpula del poder desde donde hizo y deshizo a su antojo, alimentando el ego y la maldad de sus colaboradores y seguidores. Estas biografías basadas en hechos históricos y comprobables han sido tomadas, cual receta, por muchos escritores quienes han descrito distintos dictadores en sus novelas; destacan las obras de Ramón del Valle-Inclán y su libro: “Tirano de banderas”; de Gabriel García Márquez su obra: “El otoño del patriarca”, y de Mario Vargas Llosa: “La fiesta del chivo”. En éstas, los dictadores parecen seguir la misma fórmula que han utilizado diversos dictadores de la vida real: 1. Divide al pueblo entre buenos y malos; 2. Nosotros contra ellos; 3. Absorbe todos los poderes en ti mismo; 4. Haz hasta lo imposible por perpetuarte en el poder… y eso implica hacerlo a la buena o a la mala, a través de la descalificación, la injusticia, la difamación, la privación de las libertades, e incluso la muerte, entre otros. Pero, el por qué los lectores leemos este tipo de novelas, es para mí un misterio, tengo la hipótesis que lo que buscamos es encontrar similitudes con nuestros gobernantes en turno y, es preocupante que, pese a ser una receta centenaria, la población siga cayendo y prefiriendo aquellas figuras de poder unipersonal que derivan en dictaduras. Lo que sí sé, es que entre más información tenemos, entre más leemos sobre estos temas, entre más conocemos de Historia, somos menos propensos a caer nuevamente en el juego de este tipo de personajes, que logran meterse en el subconsciente de sus seguidores hasta hacerlos repetir sus mismas frases y con ello, perder una visión propia y objetiva de la realidad. Ninguna persona, cuantimenos un político, de izquierda, centro o derecha merece que nosotros nos distanciemos de nuestros familiares, amigos y seres queridos. Y si en algún momento, en cualquier aspecto de la vida, cree que la mayoría está en su contra, le invito a reflexionar si el que está en sentido contrario no es usted. Por último, les invito a leer el libro: “El dictador latinoamericano en la narrativa”, de Luis Ernesto Pi Orozco, publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura, 2009. Si ya leyó o le gusta este tipo de novelas o biografías tanto como a mí, por favor recomiéndame alguna en mi correo electrónico: lector.frecuente@gmail.com, o dígame qué piensa de este tema, pero con Apertura Intelectual; y lo invito a seguirme en Twitter como @GloopDr. P.D. Por cierto, discúlpenme por no haber publicado una columna la semana pasada, pero como se imaginará, tenía un alterón de ropa que lavar, que pa’ qué le cuento…
¡A votre santé, monsieur!
Te invitamos a que califiques esta información.
Recientemente con el tema de la guerra en Europa, en Ucrania específicamente; una reportera norteamericana definió lo que era necesario en el pueblo en las democracias y decía que l democracia, para hacerse válida necesita de un pueblo siempre en alerta, lo mejor informado posible y un pueblo valiente. La democracia toma sus años de experiencia para poder instalarse en el consciente o inconsciente colectivo, así que dejo este comentario porque tienes razón cuando escribes que es difícil creer que se vuelve a caer en historias bien conocidas de los dictadores. Esto nos habla de un desapego a la política, un desinterés en el día día con los problemas de nuestros países.
Me gustaLe gusta a 1 persona