
Por: Rodolfo Munguía Álvarez
¿Alguna vez le pasado, curioso lector, querer conocer más sobre un tema y no saber en dónde buscar? Cuando yo era niño, tuve la fortuna de albergar en mi recámara la biblioteca de la casa. “Biblioteca” si por ella entendemos múltiples repisas empotradas en la pared, que se fueron multiplicando hasta ocupar todo el espacio posible, al grado de causarme una alergia por el polvo que naturalmente se acumuló sobre ellos y que irremediablemente respiraba por la noche. Pero lejos de quejarme de esta circunstancia y viéndolo por el lado amable, la verdad es que tuve la oportunidad de tener distintas fuentes de información de todos ellos. Por ejemplo, si yo quería saber más sobre la “Luna”, tomaba la enciclopedia Espasa-Calpe, y en el volumen número XV, podía leer sobre nuestro satélite natural, para después ir a la letra “A” en el tomo II, para leer sobre “Armstrong, Neil”, el primer hombre que pisó la Luna, para después leer sobre el “Programa Apolo”, y en el tomo XVII encontrar sobre la “NASA” y así, paulatinamente, comenzaba a construir, tomo por tomo, la historia sobre un interés específico. Llegada a la adolescencia, la curiosidad por la sexualidad me hizo investigar no sólo en las enciclopedias, sino también en distintas novelas, al grado que me hice muy bueno para encontrar capítulos picosos en las obras de ciertos autores. Ya se imaginan, al salir de la Prepa mi conocimiento sobre sexualidad era más teórico y romántico, que práctico y real (lo sé, que triste). Por otro lado, tenía también muchos libros sobre los Beatles y sobre John Lennon o Paul McCartney que me volvieron un fan muy nerd, porque a la información que leía la complementaba con el tocadiscos de mi recámara y los grandes LPs del cuarteto de Liverpool, así que, cuando leía la anécdota de cómo habían compuesto alguna canción, tenía la oportunidad de escucharla después. Pero afortunadamente, todo esto se ha resuelto con los avances tecnológicos, principalmente con la llegada de recursos como Wikipedia, que si bien tiene la desventaja de tener información no verificada, tendenciosa y maliciosamente alterada por algún cibernauta, puede darnos un primer acercamiento a información valiosa, que permite hacer ese trayecto “de la Luna hasta la NASA”, con pocos clics. Otro ejemplo de estos avances tecnológicos es DrGloop.com, plataforma que permite a los autores publicar su obra desde un procesador de textos, para después poderla difundir mundialmente y comercializar en línea, sin el desgastante (y nada sustentable) proceso de la distribución física de libros. Así que, si consideramos que la imprenta atribuida a Gutenberg en 1440 también fue un avance tecnológico vapuleado en su época ¡bienvenidos los avances tecnológicos que permiten acceder a más y mejor información! derribando fronteras políticas, físicas y mentales. Si quieren saber un poco más sobre Wikipedia, no se pierdan el documental de la Deutsche Welle o DW, de YouTube, titulado: “Ventajas y riesgos de la enciclopedia en línea”, en donde podrá conocer el porqué de su estrategia. Advierto que muchos me dirán “no hay como los libros de papel” o “amo el olor a libros…” (y yo también), pero seguro estoy que pasarán muchas décadas de coexistencia de los libros digitales y los libros físicos, así que no teman: cada uno seguirá siendo libre de elegir qué títulos prefiere leer en físico y cuales en digital. Si usted tiene alguna idea al respecto, le invito a manifestarla con Apertura Intelectual en mi correo electrónico: lector.frecuente@gmail.com y a seguirme en Twitter como: @GloopDr, sobre todo, si le gusta escribir.
¡A votre santé, monsieur!
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Seré anticuada, me gusta la lectura en papel pero admiro todo lo que se puede obtener con los avances de la tecnología
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