Por: Luis Roberto Peralta Hernández
En días anteriores y con motivo de la conmemoración del Día del Abogado en nuestro país, tuve la oportunidad de acudir a distintos conferencias y foros en el marco de la celebración, en una de ellas, un ponente reflexionaba acerca de estos dos conceptos que, si bien son afines no son sinónimos pero entrañan un profundo vínculo pero hondas distinciones.
Si bien existe un postulado, elaborado por el ilustre jurista latinoamericano de nacionalidad uruguaya Eduardo Juan Couture Etcheverry, en los famosos Mandamientos del Abogado, precisamente el cuarto sostiene que: “Lucha. Tu deber es luchar por el derecho: pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”. En consecuencia de lo descrito por el destacado Couture, pudiera darse el caso de que exista conflicto entre ambos conceptos dentro de la sociedad.
Si bien, esta interesantísima reflexión es obra del jurista uruguayo, grandes autores como Hans Kelsen en su obra la Teoría Pura del Derecho de 1939 ya había escrito sobre este particular.
Entremos pues al análisis de éstos conceptos.
La justicia ha sido definida de diversas formas a través de las ideas de grandes pensadores de épocas remotas como los griegos y romanos, hasta autores contemporáneos.
La idea de la justicia la encontramos en diversos vestigios que han dejado huellas en la historia de la humanidad así por ejemplo, dentro de la biblia en el antiguo testamento se narra la decisión del Rey Salomón considerado como el más sabio y justo de la antigüedad, en la que se le pide discernir cuál de dos mujeres era la madre de un niño. Así también, en esta obra se plasma que Dios dará la recompensa justa al morir, que cada quien merezca de acuerdo con las obras realizadas en vida.
Quizás estimado lector, al escuchar la palabra justicia, lo primero que vendrá a nuestra mente es la definición que indica: dar a cada quien lo que le corresponde, esa es quizás la base histórica sobre la que han nacido la mayoría de las definiciones, a partir de ésta, Platón la retomó en su obra de “La República” definiéndola como dar a cada uno lo que le es debido, dándole un carácter más filosófico y ético que jurídico.
Dentro de la cultura romana, Ulpiano es quien define a la justicia como la perpetua y constante voluntad de dar a cada uno lo que es su derecho.
Con ambos párrafos, advertimos que el concepto de justicia posee características desde una perspectiva ética y filosófica que nos remite a la equidad.
Por otro lado, al hablar de legalidad debemos recordar lo vertido en colaboraciones anteriores dentro del presente espacio en el que, hemos dejado constancia de que a partir del sedentarismo del hombre, comenzó también un proceso de reconocimiento en un primer momento tácito y luego expreso, de seguir determinadas normas de conducta que permitieran hacer posible el desarrollo de la sociedad. Con el mismo paso del tiempo, se fueron institucionalizando tanto procesos como órganos estatales para determinar las directrices de la convivencia humana.
Así surgieron sistemas políticos en los que, tal y como ocurre en nuestro país, se contemple en la ley, órganos con la misión de la creación de las normas jurídicas cuyo destino, como ya fue detallado anteriormente, busque encauzar la conducta humana y otra autoridad estatal cuya principal misión será la de la aplicación de la ley.
La legalidad implica a grandes rasgos la existencia de un sistema de leyes que permitan que todas las acciones tanto de los gobernantes como de los gobernados se desarrollen dentro de un marco que permita tener certeza y certidumbre la actuación de cada uno, que precise derechos y obligaciones recíprocas.
Cuando existe un sistema de leyes, cuyo nacimiento es a partir de la actividad de un determinado estado en el ejercicio sus funciones y potestades que además, prescribe ciertos actos que son declarados como permitidos o prohibidos encontrándose vinculados con sanciones o castigos para el caso de su transgresión, estamos en la presencia de la legalidad.
He aquí el punto de inflexión, las leyes tanto desde su creación como de su aplicación, al ser parte de un proceso intelectual, cultural y prospectivo del ser humano es falible, está lejos de ser perfecto entre otras cuestiones a partir del reconocimiento de que las leyes son abstractas, es decir, son creadas para regular acontecimientos futuros que no necesariamente se van a presentar o de presentarse, se ajuste a lo descrito manera textual con respecto a la literalidad en que fueron redactadas. Aunado a lo anterior la interpretación que por parte de los tribunales se realice de las leyes podrá determinar el sentido de las mismas.
De manera regular, podríamos pensar que en esencia, las leyes son establecidas para crear las condiciones de la justicia dentro de la sociedad, en consecuencia, es válido pensar que toda ley debería ser justa pero la realidad es que no siempre es así, la aplicación de la ley general a un caso concreto puede conllevar hasta cierto punto la comisión de una injusticia o que el fin último que persiga ésta, no pueda no ser considerada como “justa”.
Como pudimos advertir estimado lector, la esencia de la ley es crear las condiciones justas para que el ser humano pueda desarrollarse tanto en lo individual como en lo colectivo; a través de ellas crear lo necesario para vivir en una sociedad justa, por lo tanto, y retomando lo vertido en el primer párrafo, una es necesariamente consecuencia de otra. La justicia es un valor es, en esencia lo que debe ser mientras que la ley es lo que debería de ser, una brecha tan grande como significativa, pero tan corta e imperceptible hasta en tanto las personas que se encargan del ejercicio del poder estatal en cada una de sus funciones, velen por el bienestar de lo sociedad.
Surge la reflexión motivo de la presente colaboración, como ya lo mencioné anteriormente, a partir de la conmemoración del día del abogado ya que pasó por mi mente y espero que ahora por la de ustedes estimados lectores, que la abogacía implica la representación de los intereses de otra persona, que se le reconozca determinada calidad o derecho para lograrlo, es necesaria la existencia de una ley que regule la situación pero además, se tiene que saber de interpretación de la misma para buscar tratar de desentrañar el sentido por el que ésta fue creada sin estar alejada de los valores y principios éticos de hombre como individuo o de la sociedad en su conjunto.
Podemos o no estar de acuerdo con una determinada ley, ello no le da ni le resta el atributo de justicia, la aplicación de ella y el origen por el que fue creado si deberá conllevar el valor intrínseco del bien común.
Todos sabemos en nuestro interior cuando algo es correcto, lo que está bien, lo que es justo o cuando se comete una injusticia por tratarse éste concepto de un valor, he aquí donde reitero que cuando exista una pugna entre el derecho y la justicia… luchemos por la justicia.
“De la justicia no tiene nada que temer, sino a los que se resisten a ejercerla”
José Martí
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