
Por: Luis Felipe Aguilar Palafox
Dicen que el amor lo puede todo, y el deporte nos ha dado muestras de que muy probablemente esto sea cierto.
Un ejemplo de ello se dio gracias al francés Jean Boiteux, quien era hijo de un padre nadador de aguas abiertas y de una madre que compitió en los Juegos Olímpicos de París 1924 y Ámsterdam 1928 en la disciplina de relevos de natación para Francia.
Por obvias razones, la familia tenía gran afición a la natación, de hecho, el padre construyó una alberca de 25 metros en su casa para jugar waterpolo y permear su afición a todos sus hijos.
Un año antes de los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, Jean quería casarse con su entonces novia Mónica, sin embargo, su padre se negaba.
Para poder cumplir su sueño, a Jean se le ocurrió poner en juego un sueño de su padre, diciéndole que si ganaba el oro en los Juegos Olímpicos tendría el permiso para poder casarse.
Gastón, el padre, aceptó.
Para la final de los 400 metros, Jean no era de los favoritos por su juventud, y menos si se le sumaba que ningún francés había ganado esta prueba antes y que competía el que era el mejor del mundo en ese entonces, el estadounidense Ford Hiroshi Kono.
La motivación de Jean dio como resultado que dominara la prueba de inicio a fin, situación que provocó gran felicidad en su padre que se lanzó a la alberca a abrazar a su hijo aún y cuando el resto de los competidores no habían terminado la prueba.
De esta forma se cumplieron varios sueños.
Twitter @aguilarpalafox
Te invitamos a que califiques esta información.