El enigma de El libro vaquero

Por: Rodolfo Munguía Álvarez

¿A usted no le ha pasado, culposo lector, tener pendiente algún tópico en su vida que no hizo de joven por pena o incluso, por “estar prohibido”, pero ahora de adulto no tiene impedimento para hacerlo? Y no es que me quite el sueño, lector querido, pero esta semana, he traído en la cabeza la pregunta del por qué algunos de mis amigos, grandes escritores o intelectuales tienen una marcada complicación para hacer llegar su obra a un mayor número de personas, no obstante ¡su calidad literaria es excelente! Muchos de ellos organizan en escuelas presentaciones de sus libros, para vender algunos cuantos ejemplares entre estudiantes quienes, de no haber sido por ese acercamiento directo con el autor, jamás se hubieran enterado de su existencia y no hubieran sabido que les gustaba la buena literatura. Por otro lado, tenemos decenas de productos editoriales que se venden en los puestos de periódicos, como “El libro vaquero”, los periódicos de nota roja, o las revistas de chismes de la farándula, que venden literalmente millones de copias de cada entrega. En el caso de los periódicos de nota roja, me queda claro que podría ser el morbo, alimentado con sangrientas fotografías de tragedias humanas y jocosos titulares; sin embargo, para conocer más sobre el tema, me embarqué en una misión secreta (lo que hago por ustedes…), fui al puesto de periódicos más cercano y compré, por solo 9 pesitos y no por ello menos culpa: “El libro vaquero”. La señorita del puesto (lo de señorita es mero eufemismo, pues llevaba a su criatura en brazos) se sorprendió con mi solicitud y sacó, entre las revistas, una bolsa transparente con el producto en cuestión. Yo, no pude evitar guardarlo en mi bolsillo ipso facto para evitar que algún vecino me viera con tan comprometedora mercancía, “no vayan a pensar que consumo esto regularmente ―pensé― ¡qué tal si piensan que de aquí me inspiro!”, así que de regreso en casa y a escondidas me dispuse a leer el pequeño cómic sobre el viejo oeste. Déjenme decirles que por más que lo intenté, me aburrió a la mitad. Era una historia por demás simplona, sobre vaqueros con nombres gringos, viviendo una situación muy básica, y con un final francamente predecible. Bueno, ni siquiera tenía malas palabras ¡ni escenas picosas entre sus protagonistas! Así que durante tantos años, lo que pensé que era una lectura solo para adultos, terminó siendo una lectura para personas de mente poco rigurosa, por ello, para mí sigue siendo un enigma el por qué llegó a vender ¡1,500,000 de ejemplares a la semana! Cantidad que no se puede comparar con grandes literatos que usted y yo conocemos, que llegan a vender 1000 poemarios en toda su vida. Seguramente usted ya ha reflexionado sobre esto y tiene alguna explicación que compartirme, pero a manera de primera conclusión pienso que son muy pocos los escritores que han encontrado la intersección entre lo que a los mexicanos les gusta leer y lo que a ellos como escritores les gusta escribir, y esto podría explicar por qué las ventas de ambas clases de productos son diametralmente opuestas. Haciendo una dolorosa autocrítica, tengo que confesar la forma en la que piensan muchos de mis compañeros escritores, que más o menos se resume así: “yo escribo para mí, y si alguien le gusta lo que escribo: bien; pero si no escribiera para mí, lo que a mí me gusta y como me gusta, sería como faltarme el respeto”. Tienen un punto ¿no creen? Como verán, la lucha entre la cultura popular y la alta cultura está a la orden del día. Los lectores son diferenciados, como lo son los comensales: algunos prefieren la comida mexicana, otros la italiana y algunos más la tailandesa y: todos tienen razón. La lectura es para quien la consume, y nosotros más bien deberíamos de preocuparnos por formar grandes lectores, que sepan disfrutar de obras que enriquezcan su vocabulario y exploten su mente e imaginación, así mismo, luchar contra la lectura obligada que ha provocado más lectores desertores que nuevos lectores, y acercarle, a quienes inician a leer, una rica oferta temática, de grandes obras aptas para su edad, que les permita amar la lectura, elegirla libremente y buscar sus propias aficiones.  La utilidad de la lectura está más que demostrada y por ello, no ahondo en ese tema, pero platíqueme con Apertura Intelectual usted qué piensa en mi correo electrónico: lector.frecuente@gmail.com y lo invito a seguirme en Twitter como: @GloopDr, sobre todo, si le gusta escribir.

¡A votre santé, monsieur!

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