
Por: Rodolfo Munguía Álvarez
¿A usted no le ha pasado, mozo lector, desear alguna vez tener una edad diferente a la que tiene? Cuando éramos niños, nos urgía ser jóvenes. Cuando somos jóvenes ya queremos ser adultos; cuando somos adultos, nos urge lograr muchas cosas que deseábamos de niños e invertimos nuestro tiempo en obtenerlas y, cuando lo logramos (si es que lo logramos) deseamos ser nuevamente jóvenes, e incluso niños para disfrutarlas más. He leído algunos listados en donde describen las ventajas de ser joven y he de haber descartado unas cuarenta “ventajas”, por estar en desacuerdo, por ejemplo, una de ellas decía: “los adolescentes son más felices” y tengo conocidas de más de 70 años que son más felices ahora, que de jóvenes, por ejemplo. Otra decía: “obtienen madurez para comprender al mundo” y me disculpan, pero hay personas ya bien entradas en los cincuenta ¡que aún no maduran! Sin embargo, coincidí con las siguientes ventajas de ser joven, a ver usted qué piensa: viven muchas experiencias por primera vez; cuentan con un gran rendimiento, tanto físico como psíquico; empiezan a tomar sus primeras decisiones importantes; tienen menos responsabilidades que un adulto; tienen más tiempo e independencia para hacer lo que les gusta, como jugar con sus amigas y amigos, hacer deporte, leer, escuchar música, dedicarse a un pasatiempo, entre otros; tienen mayor capacidad para el manejo la tecnología; son más creativos, arriesgados, soñadores, innovadores y menos prejuiciosos que los adultos; y finalmente, su ideología es más liberal, universal y desinhibida. Dígame si no, lo anterior es el verdadero tesoro de la juventud, frase inspirada por el título de aquella enciclopedia que se vendía en los sesentas y setentas del siglo XX titulado: “El tesoro de la juventud” de Editorial Grolier, en el cual, a través de sus 20 tomos bellamente empastados, podíamos conocer sobre muchos temas: otros países, cuentos, hechos heroicos, ciencia (hasta esas fechas, claro), naturaleza o medio ambiente, entre muchos otros. En resumen, una hermosa y entretenida compilación de cultura general. Claro, el internet le diría “quítate que ahí te voy”, pero bueno, era lo que había. Regresando al tema original, el verdadero tesoro de la juventud no debería ser limitado a una edad específica de nuestras vidas, sino más bien a la actitud con la cual afrontamos la vida misma, y por tanto: hay viejos muy jóvenes, y desafortunadamente, jóvenes muy viejos. El hecho es, que la humanidad muchas veces se empecina en conseguir lo que no puede tener y entre ellas se encuentra el deseo de regresar el tiempo. Bien me lo decían mis padres: “hay que aprender a vivir cada etapa de la vida y solo así podrás disfrutar de todas” (o algo así), y si lo hiciéramos, no tendríamos tantos chavorrucos queriendo conquistar jovencitas o, mujeres haciéndose cirugías rejuvenecedoras, quedando descuadradas como una Combi de transporte público. Ahora, me sigo sintiendo joven, como también se sienten mis padres, deseosos de hacer y aprender cosas nuevas día a día, y esa virtud procuraré tenerla hasta el día en que cuelgue los tenis. Si usted tuvo la oportunidad de leer El tesoro de la juventud o El nuevo tesoro de la juventud, le invito a que me platique con Apertura Intelectual si le gustaba y si tuvo la oportunidad de hojearla de vez en cuando y si no, probablemente pueda conseguir su propia enciclopedia en alguna librería de viejo, o usada por internet (nunca es tarde), y para ello, les recuerdo mi correo electrónico: lector.frecuente@gmail.com y lo invito a seguirme en Twitter como: @GloopDr, sobre todo, si le gusta escribir.
¡A votre santé, monsieur!
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