Por: Susana Dumit Garciarreal
Eran las 11:00 am del 24 de febrero de 2011, fui a mi última consulta, el doctor nos comentó “entre hoy y mañana nace tu bebé”. Llegaron muchos sentimientos que iban del miedo a la emoción.
Me recomendó tener maleta lista, estar en casa de mis papás para estar acompañada y comer muy ligero por si empezaba con el trabajo de parto.
A partir del quinto mes de embarazo hice algunos ejercicios de respiración, profilaxis, escuchaba música y audios de hermosos mantras para darle fortaleza a mi bebé. Los primeros meses realmente no los pude disfrutar porque me dio hiperémesis gravídica, que son náuseas agudas y vómitos persistentes. Pero por ser nuestro primer hijo siempre tuve la idea de que fuera parto natural.
Mientras veíamos una película mi mamá y yo, empecé a sentir duro mi vientre por momentos, al poco tiempo las contracciones ocurrían más seguido, por indicaciones del doctor comenzamos a cronometrarlas y nos fuimos al hospital.
Desde que ingresé a la habitación todo fue muy rápido, la canalización, las contracciones cada vez eran más intensas, las visitas del enfermero, rompimiento de fuente que realmente me cuesta trabajo recordar lo que realmente estaba pasando. Cuando el doctor regresa al hospital, me revisó y con urgencia nos fuimos a quirófano, en el camino me pedía que no pujara más. La plancha quirúrgica era helada como el miedo que sentí en esos momentos, no dio tiempo de poner anestesia para hacer la episiotomía y de pronto nació mi hijo. La sala quedó en silencio por segundos o tal vez yo estaba aturdida por todo. Era un remolino de indicaciones de mi doctor al equipo de enfermeras mientras estaban en una esquina con mi bebé. A los pocos minutos llegó el pediatra, reanima a mi hijo y se lo llevan a terapia.
Horas o minutos más tarde (no recuerdo) en la sala de recuperación estaba mi ginecólogo con un rostro lleno de preocupación, nos comentó lo que sucedió: “su hijo nació en paro cardiorrespiratorio, estuvimos 10 minutos reanimándolo, estará en terapia intensiva con pronóstico reservado”.
En la habitación se sentía mucha angustia y tristeza, el pediatra nos dio más datos de nuestro bebé, nació con peso y talla de prematuro. Jamás olvidaré las palabras del doctor: “lo más difícil de vivir es nacer, son microsegundos donde el cuerpo tiene que reaccionar para lograrlo”.
En la madrugada del día siguiente nos comentan que en ese hospital no contaban con el equipo para salvar a nuestro hijo. Decidimos trasladarlo al Hospital para el Niño.
Mi ginecólogo y pediatra no se separaron de nosotros en casi ningún momento. Eran entre 2:00 y 3:00 am cuando mi hermano trajo al sacerdote para bautizar a nuestro hijo.
Tengo borrada una buena parte de lo que sentía y sucedía durante las visitas al hospital, pero al mismo tiempo son sensaciones, sonidos y olores que nunca voy a olvidar. Los días fueron transcurriendo y mi pequeño iba teniendo leves mejorías hasta llegar a su estabilización. En cada reporte médico nos decían algo diferente donde podíamos pasar de la esperanza a la frustración. Treinta días después de haber nacido lo dieron de alta y nos llevamos a casa una enorme bitácora, un hermoso bebé, muchos miedos pero, sobre todo, mucho amor.
“Recuerda que algunas veces los milagros, son personas”
Si deseas compartirme tus experiencias o tienes alguna pregunta escríbeme al correo susanadg@aperturaintelectual.com y con gusto te responderé.
Te invitamos a que califiques esta información.
Que Valiente susy pero Dios es muy grande
Y confiemos siempre en El
Me gustaLe gusta a 1 persona
Felicidades Susy porque nunca perdiste la fe en que tu niño viviría y felicidades también a tu bebé porque luchó para vivir y lo logró y no sólo a ustedes dos sino a los médicos y enfermeras (os) que luchan junto a sus pacientes para sacarlos adelante. Linda historia Susy
Me gustaLe gusta a 1 persona
Susy, el ser madre es la experiencia más hermosa que Dios nos puede mandar.
Aunque a veces pasamos por experiencias muy amargas 6 dolorosas.
Una bendición Susy.
Me gustaLe gusta a 1 persona