
POR: THELMA MORALES GARCÍA
Me parece muy adecuado escribir sobre uno de los documentos que más significó en la vida de la Décima Musa, como ella misma lo refiere pocos años antes de morir: “Yo nunca he escrito cosa alguna por mi voluntad, sino por ruegos y preceptos ajenos, de tal manera que no me acuerdo haber escrito por mi gusto si no es un papelillo que llaman el Sueño… Sí, he escrito mucho, pero mi obra predilecta es el Sueño Es el poema de mi vida.”
Se sabe que hizo esta declaración en 1691, cuando aún este poema no se había impreso ni publicado, sin embargo se distribuyó en un primer momento, a través de copias manuscritas entre aquellos que admiraban a Sor Juana, desde ese momento, las críticas fueron muy favorables. El poema se imprimió en 1692 bajo el título “primero sueño, que así lo intituló la Madre Juana Inés, imitando a Góngora.”
Primero sueño, se considera hasta nuestros días como un canto al conocimiento y a la ciencia; sabemos que la influencia de Góngora le dio título al poema de Sor Juana, si recordamos, Góngora escribió en 1613 Primera soledad y después escribiría la segunda, Sor Juana no escribió Primero sueño, porque pensara darle continuidad y hacer un segundo sueño, sino precisamente por referirse específicamente a la Primera soledad de Góngora, la que evocaba una edad dorada —un universo bucólico idealizado.
Esa referencia fue captada por los contemporáneos de la monja jerónima, como así lo demuestra la opinión que dio el Padre Diego Calleja sobre ambos escritos: “Sería absurdo pelear y tratar de poner el Primero sueño, por encima de la Primera soledad. Son dos poemas incomparables, únicos, igualmente deleitosos, cada uno a su modo. Pero una cosa hay que reconocer: que la materia de Góngora, los paisajes amenos, los prados y arroyos, los inocentes placeres de la vida bucólica, estaba ya predispuesta, como si dijéramos a medio poetizar, mientras que la materia de Sor Juana nunca antes había sido poetizada.”
Primero sueño se conforma por 975 versos, donde Sor Juana nos explica lo que a través de los sueños inventa e imagina: “Pues bien, yo tuve un sueño. Soñé que me hallaba en un mirador altísimo, desde donde se veían con claridad, una por una, todas las cosas del mundo, y entonces me dije: ¡qué maravillosa oportunidad para conseguir lo que tanto he anhelado desde siempre: el conocimiento de todo!”. El inicio del poema comienza con el triunfo de la noche: “Piramidal, funesta, de la tierra / nacida sombra, al cielo encaminaba/ de vanos obeliscos punta altiva, / escalar pretendiendo las estrellas…”
Concluye con el triunfo de la luz: “Sobre la superficie de nuestro hemisferio tendía el Sol su cabellera de oro, su madeja hermosa / que con luz juiciosa / de orden distributivo, repartiendo / a las cosas visibles sus colores / iba, y restituyendo / entera a los sentidos exteriores / su operación, quedando a la luz más cierta / el mundo iluminado, y yo despierta.” Según Antonio Alatorre, reconoce que tanto las Soledades de Góngora y Primero sueño de Sor Juana: “Son poemas difíciles, esos sí. Lo eran ya en el momento de su publicación y, naturalmente, lo son más ahora. Por eso dejaron de ser leídos durante casi dos siglos. A nuestros tiempos les ha tocado asistir a su resurrección. Y si se pregunta el por qué de esta resurrección, de este redescubrimiento, la respuesta es muy sencilla: el lector que vence las dificultades recibe la más alta recompensa posible: la deslumbrante experiencia de la hermosura.”
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