
Por: Rodolfo Munguía Álvarez
¿A usted no le ha pasado, nostálgico lector, recordar con cariño algún viaje o episodio ocurrido en alguno de tantos pueblos o rancherías de nuestro país, en donde el tiempo pareciera haberse detenido? Yo recuerdo con nostalgia algunos viajes que hice con mi familia, por ejemplo a Atotonilco, Morelos, y un viaje en particular que hice con mi abuela materna al pueblo de Soledad, Veracruz, en una hermosa semana vacacional con primos, seguramente a finales de la década de los setenta. Bien dice el dicho: “Recordar es volver a vivir” y, a pesar de los años transcurridos, aún recuerdo la tibia temperatura con la que salía la leche directa de la vaca. Recuerdo también el pan de dulce de una pequeña panadería rústica que estaba a cuadra y media de la casa en donde nos quedamos en aquellas vacaciones: era un pan muy parecido a la chilindrina, solo que de azúcar color rosa fucsia, que al morderlo aún conservaba un ligero sabor a horno de leña. Pero algo que también me marcó y hasta esta fecha, son muchas de las costumbres que tenía la gente de campo de aquel entonces. Existía un profundo respeto por el prójimo, principalmente por la gente mayor: al caminar por las calles, aún de tierra, los niños y los jóvenes saludaban a la gente mayor por su nombre: “Don Gabriel, buenos días”, “Hola doña Pascualita, gusto en saludarle”. Los señores, para devolver el saludo a aquel chamaco lo miraban a los ojos y, con una ligera sonrisa, alzaban su sombrero de palma unos centímetros de su cabeza, para volvérselo a poner y continuar su camino. Es muy común, que la gente de ciudad llegue a pensar que a aquellos pueblitos aún no ha llegado la civilización, pero, qué mejor muestra de gente civilizada la que saluda a sus vecinos o la que devuelve el saludo; qué mejor muestra de educación delata a un niño quien, al ver que alguna vecina del pueblo lleva pesados bultos, corre sin pensarlo a su encuentro para ayudarle a aligerar su carga ¡ya quisiéramos en nuestras ciudades contar con aquellas muestras de cortesía vecinal! Ni hablar mujer, siempre seré un defensor de la caballerosidad, ahora tan mal entendida y juzgada. Pero, todo esto se lo comento, porque justo esta semana le recomendaba a mi hijo el libro “Astucia: el jefe de los hermanos de la hoja o los charros contrabandistas de la rama” el cual leí hace unos 18 años y podría decir, que fue la primera novela que me enamoró de la mexicanidad, y esto es, por decirlo menos “curioso”, porque fue escrita por José Luis de Jesús Inclán Goicoechea, mejor conocido como Luis G. Inclán y publicada con su propia imprenta por él mismo, con entregas periódicas en cuadernillos entre 1865 y 1866, años en los que el concepto de México apenas nacía ―cabe recordar que México independiente inició formalmente en 1821―. Según recuerdo, este libro narraba la historia de un joven de nombre Lorenzo Cabello, apodado Astucia, quien se unió a una banda de contrabandistas de tabaco con quienes inició sus fechorías, hasta convertirse en el jefe de la banda y vivir grandes aventuras en la región central de nuestro país. Si usted quiere saborear cómo era ese México que ninguno conocimos, le invito a acercarse a Astucia, y leer sobre los orígenes de nuestro país, directamente de la pluma de un hombre que presenció su nacimiento. Este libro lo puede encontrar en alguna librería de viejo, aunque probablemente su mejor opción sea encargarlo en alguna librería por internet. Si ya lo leyó o conoce cómo carambas se llama ese pan rosado, le invito a escribirme a mi correo electrónico: lector.frecuente@gmail.com para platicarme qué le pareció y, a seguirme en mi cuenta de Twitter @GloopDr sobre todo, si le gusta escribir.
¡A votre santé, monsieur!
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Concuerdo completamente contigo y no quiero generalizar pero es triste todo lo que se ha perdido en las ciudades empezando por la educación, el respeto, la gentileza, la sencillez, la empatia por el prójimo y no se diga el respeto al adulto mayor, realmente es triste y penoso. Siempre he pensado que la gente de los pueblitos es la más sincera y entregada para ayudar a los demás. Gracias por la recomendación del libro, trataré de conseguirlo
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