Por: Susana Dumit Garciarreal
Ayer hicimos reflexión en una reunión sobre cómo la pandemia nos cambió la vida de una u otra manera. Yo digo la vida antes de pandemia y después de pandemia, porque pudimos disfrutar muchas cosas con tanta normalidad antes del virus y tuvimos que aprender a disfrutar y cuidar muchas otras cosas con el virus.
El punto al que quiero llegar con todo esto, que ha sido un tema de los últimos años, es que con todo lo que pasamos como seres humanos fue muy trágico en general, y en mi cabeza muchas veces dije, seguro esto nos servirá para ser más empáticos y tolerantes con la diversidad.
Desgraciadamente por desconocimiento, falta de educación, intolerancia o simplemente porque nos sentimos reflejados nos es muy fácil señalar o criticar a la gente, cuando no piensa igual que nosotros, si tienen una ideología más libre, si su aspecto físico no es la típica imagen que nos han manejado durante años, personas con algún tipo de discapacidad, cuando alguien vive sin estar al pendiente del qué dirán, etc. A veces pareciera que incomoda la felicidad del otro.
Esta semana ha sido compleja para mí al darme cuenta del trabajo que tengo que hacer desde casa con mis hijos, la cantidad de información y los alcances que pueden tener con el internet es brutal y desgraciadamente no es la más saludable, la poca tolerancia que se vive en la calle o como sociedad es inminente, estamos perdiendo valores, todavía se normaliza la educación machista, y si a todo eso le sumo los problemas que tengo yo como mamá, mujer y ser humano se convierte por momentos en una bomba mental, que como responsable de mi familia me tiene que mantener alerta para poder enfrentar lo que estamos viviendo en la actualidad y también me recuerda voltearme a ver para seguir asistiendo a terapia, seguirme limpiando y dejar las emociones ahí para poder salir con mis hijos y darles amor, tiempo y educación de calidad.
“Recuerda que algunas veces los milagros, son personas”
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